La curiosidad del gato fue despertada

—Mis sentimientos son mi responsabilidad, no la tuya. No dejes que te influya. No puedes manejarlo.

Aries pasó sus manos por su cabello antes de tirar de su cuero cabelludo angustiada. Se volvería loca con la voz de Abel retumbando en su cabeza, repitiendo las palabras que salieron de su boca hoy.

Después de besarla con tal pasión, Abel simplemente sonrió de oreja a oreja, como de costumbre. No pudo pronunciar una palabra cuando Conan e Isaías, el gran duque de Fleure, llegaron al lago. Su objetivo era obvio, y justo eso hicieron.

Isaías y Conan terminaron arrastrando a Abel de vuelta a su oficina, mientras este último tenía esa estúpida sonrisa en su rostro. Todavía podía recordar la ridícula escena desplegándose ante ella, recordando a Abel saludándola con la mano mientras era arrastrado.

Pero eso no era lo que la había puesto en esta situación. Eran las palabras que ya se habían pronunciado descuidadamente antes de que Conan e Isaías llegaran. Ahora, ella era un desastre.