—¿¡Falso?! ¡Entonces por qué tu asistente personal tuvo que perseguir al ladrón por toda la calle! ¡También gritó tan fuerte como si quisiera decirle al mundo que algo importante de tu empresa había sido robado! ¿¡Piensas que parezco un tonto para ti?! —gritó furioso desde el otro extremo de la línea.
—En efecto eres bastante tonta —Mu Tingfeng permaneció inexpresivo, pero el atisbo de una sonrisa en sus ojos mostraba lo contrario.
La mayoría de las personas quizás no lo hubieran descifrado. Pero el anciano mayordomo era diferente. Creció viendo a Mu Tingfeng. ¿Cómo no iba a notar siquiera el más mínimo cambio en el joven maestro?
Así que, el anciano mayordomo se sorprendía cada vez más, y se preguntaba cuándo el joven maestro y la señorita Zhao...
—¿¡Qué has dicho?! —Zhao Youlin estalló. Por suerte, los dos estaban físicamente separados por una línea telefónica. De lo contrario, no podría garantizar a nadie que no se le hubiera lanzado encima en el acto, con los puños volando.
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