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Gu Weiwei ya había desatado su corbata y la había lanzado al suelo. Luego continuó desabotonando su camisa.
—Lo que quieres, después de todo, es acostarte conmigo, ¿verdad? —Fu Hanzheng tomó su mano para impedirle que hiciera algo más.
Gu Weiwei lo miró hacia arriba. —¿Cuántas veces tenemos que tener sexo antes de que puedas dejarme ir? ¿Cinco veces, o quizás diez? —debía ser por la noche que pasaron juntos, de modo que él, cuya virginidad había sido arrebatada, había comenzado a mostrar interés en su cuerpo.
Fu Hanzheng soltó su mano lentamente y levantó su barbilla suavemente con sus largos dedos. Entreabrió sus delgados labios para encontrar los labios lujuriosos de la chica. Entonces se enredaron.
En la silenciosa sala de estar, el sonido de la respiración agitada surgió, y el aire comenzó a espesarse con la lujuria.
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