—Amanecer miró a su alrededor, le era familiar esa atmósfera. Sabía lo que sucedería a continuación y lo que presenciaría.
—También sabía que no era real y que solo era su pesadilla que la seguía atormentando, pero saberlo no la hacía sentir mejor. El miedo, la ira y la impotencia seguían siendo los mismos de aquella fatídica noche en que su madre la protegió del ataque del renegado.
—Rogaba que esta vez fuera diferente.
—Sin embargo, había rogado innumerables veces sin resultado y ahora, se veía obligada a presenciarlo de nuevo. Amanecer de cinco años estaba sentada allí en el suelo frío como una tonta, observando cómo tres renegados arrastraban a su madre.
—Los otros tres renegados se transformaron en sus bestias y estaban listos para matarla también, diciendo algo sobre cómo iban a matar al alfa y destruir la manada.
—Amanecer vio cómo una de las bestias saltaba sobre ella y estaba lista para matarla. Por instinto, como solía hacer en el pasado, Amanecer levantó la mano como defensa.
—Fue cuando sintió que alguien le agarraba la mano y ella los arañó.
—¡Despierta!
—Un profundo gruñido hizo que Amanecer abriera los ojos. Estaba sudando y su corazón latía tan rápido cuando sintió que algo goteaba en su mejilla. Su mente todavía estaba mareada con el momento en que fue atacada. Le llevó un tiempo darse cuenta de que estaba segura. No había renegados trepando para matarla.
—Y la cosa que goteaba en su rostro era en realidad sangre.
—Eso era correcto. Era sangre de la herida en la cara del Alfa Zenith. Amanecer chilló al ver eso.
—¿Qué- qué sucedió? ¿Cómo te has lesionado? ¿Quién te hirió? —había tres heridas claras en su rostro, alguien debió haberlo arañado.
—Pero luego, con una sola ojeada a sus propias manos, no le llevó mucho tiempo a Amanecer darse cuenta de que ella era la culpable. Lentamente retractó sus garras. Por lo visto, accidentalmente lo atacó cuando se acercó demasiado debido a su estúpido sueño acerca de los renegados, pensando que Alfa Zenith era una amenaza.
—Dios. Estoy muerta.
—Amanecer apretó los dientes. Alfa Zenith sostenía ambas manos de ella, debía ser para prevenir que ella lo atacara sin razón, nuevamente.
—¿Qué debería decir?
—Amanecer parpadeó inocentemente y le sonrió tímidamente. Oh… lo siento, te arañé.
—Realmente era descarado de su parte restar importancia a esas heridas como si solo fueran un rasguño cuando la sangre que de ellas goteaba casi le había empapado toda la mejilla. Amanecer sabía eso y este alfa también lo sabía.
—¡Oh, las heridas ya se han curado! ¡Tu habilidad de curación es simplemente asombrosa! —dijo Amanecer emocionada. No exageraba, porque él comenzaba a sanar ahora. Ven, te ayudaré a limpiar la sangre. —hizo su mejor sonrisa bonita, actuando dócil.
—Sin embargo, la atmósfera se volvió sofocante e incómoda cuando Alfa Zenith no dijo nada. Simplemente la miró con sus fríos ojos.
—Fue entonces cuando Amanecer recordó lo que él había dicho más temprano hoy cuando Blake lo atacó.
—Maneja a tu hijo, no estoy acostumbrado a dejar vivir a mis atacantes.
Esto fue lo que le dijo a Beta Jason.
—¿Me mataría ahora? ¿Me haría daño porque accidentalmente lo ataque? —Amanecer no se atrevía a imaginar qué iba a hacerle. Recordaba esos rumores de cómo la gente del norte era bastante brutal. Ya que su lugar solía tener frecuentes ataques de monstruos, los guerreros allí estaban hechos de una forma diferente. También era algo de lo que debías preocuparte su temperamento.
Esa también era la razón por la cual su padre le tenía miedo, aunque ambos fueran los alfas de sus respectivas manadas.
—Lo siento... Tuve una pesadilla —Amanecer se mordió la lengua, encontró que su voz se volvía más baja. Este hombre era muy intimidante.
—Alfa Zenith finalmente soltó sus manos. —Pasó el pulgar por su mejilla para limpiar la sangre que manchaba su rostro.
—Llegaremos en tres días. Sal y cena —dijo de manera cortante y luego salió del carruaje.
Amanecer suspiró de alivio cuando finalmente estuvo sola en el carruaje, sin su fuerte presencia sofocándola. Ese alfa era muy aterrador. Se preguntó si podía ahuyentar a los renegados con solo una mirada.
No queriendo molestar más al alfa, Amanecer salió del carruaje y encontró a todos los guerreros reunidos cerca de una hoguera. Charlaban libremente, pero sus voces eran demasiado ásperas, era como si se gruñeran entre ellos en lugar de hablar.
Más aún, su presencia era muy intimidante. Amanecer notó que su físico parecía más grande y fuerte que el de los guerreros de su manada.
No es de extrañar que los guerreros del norte fueran temidos por las otras manadas.
Amanecer no sabía dónde ir, así que se quedó cerca del carruaje. A excepción de su alfa, no conocía a ninguno de ellos.
Sintiendo su presencia, cinco guerreros que se habían reunido alrededor de la hoguera cercana se levantaron, vaciaron el área, como si se la ofrecieran a ella.
Esto solo hizo que la situación fuera incómoda para Amanecer. Ellos no necesitaban irse, ¿verdad?
—Puedes sentarte allí, ya sabes. Se han levantado y te han dado el lugar para ti —un hombre con cabello negro que le llegaba a los hombros habló a Amanecer. Asintió hacia la hoguera—. No te preocupes, no mordemos, ni comemos los de nuestra propia especie.
Amanecer hizo una mueca.
—Sé los rumores que hay.
—Solo se exageraron —Amanecer rió incómodamente. Había rumores sobre ellos más brutales y absurdos que eso.
—Pero, era verdad acerca de cómo nuestro alfa despellejó a unos cuantos renegados vivos y exhibió sus cabezas en nuestra fortaleza —la manera en que lo dijo era como si estuviera hablando del clima.
—No la asustes —el alfa hizo eso como advertencia para los otros renegados para que ni siquiera pensaran en cruzar nuestro territorio. Luchamos contra monstruos a diario, no necesitamos que los renegados aumenten los problemas —otro guerrero llegó. Le golpeó la nuca al primer guerrero—. No tengas miedo.
—Los ojos de Amanecer se apagaron —no. En realidad, me gusta.