Me sentía como un niño pequeño atrapado haciendo travesuras, y no era para menos, los padres de Darío y mi mejor amiga quien por coincidencias del destino era su hermana nos habían atrapado justo con las manos en la masa, o mejor dicho, con las lenguas atadas. Oh claro, y Román también estaba ahí, el pobre chico estaba callado y sin mover un músculo.
Darío no me había dejado despegarme de su lado, ahora estaba sentada junto a él en la cama de hospital, su mano estaba sobre la mía junto con los ojos de las cuatro personas en la habitación, las miradas no se nos despegaban ni un segundo. ¿Acaso nunca habían visto a una pareja besarse?, me repetía constantemente para no sentirme mas avergonzada de lo que ya estaba.
—¿Desde cuando están saliendo? —nos preguntó Marceline con los brazos cruzados y los ojos entrecerrados, tenía toda la pinta de querer averiguar hasta el mas mínimo detalle de lo que sucedía entre su hermano y yo.
—Desde el viernes a las 10 de la noche —confesó Darío con voz tajante. ¿Las personas se vuelven mas valientes después de que les disparan?, porque si no era así, no sabía que era lo que le daba tanto valor a Darío como para decir que salía con la mejor amiga de su hermana, que, por si no fuese poco, es al menos 9 años mas chica que él. Además, se suponía que saldríamos en secreto, y eso no nos duró ni 3 días completos.
—¿No fue esa la noche en la que saliste con Rafael? —exclamó confundida.
Todos en la habitación, a excepción de Darío, me miraban con gran confusión en sus rostros. La pregunta de Marceline no había hecho más que hundirme en una mala reputación enfrente de mis nuevos suegritos.
—Yo cancelé esa cita por ella, ese tal Rodolfo no parecía un buen partido —no se si lo hacía para darle menos importancia, pero cambiarle el nombre a Rafael ya era un habito de Darío.
Román no pudo contenerse y una carcajada escapó desde su garganta.
Pero el buen humor no duraría mucho, pues alguien tocó la puerta. El padre de Darío se levantó del sofá donde había estado sentado desde hace no mas de 5 minutos, y cuando abrió la puerta todos nos quedamos callados. Un hombre de uniforme apareció imponente en el umbral de la puerta.
—Necesitamos hablar sobre la nota —dijo sin darle tiempo al señor Caruso de decir media palabra.
La madre de Marceline se levantó rápidamente y fue hasta donde estaba su esposo, los dos salieron de la habitación sin mirar atrás y en silencio. Al igual que yo, Marceline, Román y Darío nos quedamos con la vista clavada en la puerta cerrada, por donde se habían marchado los señores Caruso. ¿Hablarían con aquel hombre de uniforme de lo que había escuchado de la madre de Marceline? Un oso con la cabeza de una muñeca en una mano y una nota en otra no podía merecer menos que una charla.
—¿Crees que se refieren a esa nota? —le pregunté a Marceline. Su mirada perdida en el piso vagaba de una baldosa a otra, definitivamente algo corría de un lado a otro en la pequeña cabeza de mi amiga.
—Parece ser que si, ¿por qué querrían hablar de mis notas escolares? —bromeó Marceline con una sonrisa forzada que estaba ahí solo para aligerar la tensión en la habitación.
Román no hizo preguntas, seguía igual de callado que cuando entró a la habitación hace unos minutos.
De repente me di cuenta de lo tenso que estaba Darío a mi lado, su boca estaba cerrada con tal fuerza que hacía resaltar las venas en su cuello. Algo lo tenía así, y no era solo el hecho de que lo habían querido matar.
Mi mano apretó la suya, y cuando su mirada estuvo en mi rostro noté un temor que nunca había visto en él, incluso no lo había visto así cuando quemaron su casa.
—¿Pasa algo? —hablé tratando de poner la voz mas dulce y reconfortante que encontré en el fondo de mi pecho.
—Recuerdo ver algo después de que me dispararan, justo antes de desmayarme en la calle, no sé si estaba viendo cosas raras por la perdida de sangre o si todo es real —Darío no había acabado de decir aquello cuando Marceline estaba justo a nuestro lado mirando con los ojos muy abiertos a su hermano.
—No importa, dime ¿que viste exactamente? —estaba desesperada, y sobre todo, incomoda con no saber lo que estaba sucediendo, la conocía, definitivamente todo esto la tenía al borde de la locura, no tener el control era una pesadilla viviente para ella.
—Un oso lleno de sangre, una cabeza de muñeca, y esa nota —Darío parecía un niño pequeño perdido, que recordara aquello lo llevaba a un lugar oscuro dentro de él, podía verlo en su mirada.
—¿Pudiste ver lo que decía la nota? —si Marceline se acercaba mas a su hermano, sus narices se tocarían. Mi amiga estaba muy insistente para saber que decía aquella nota, y si Daría no sabía lo que decía, Marceline se encargaría de averiguarlo por cualquier medio, así era mi amiga.
—Las palabras en esa nota están grabadas en mi cabeza, eso y las botas del tipo que dejó el oso de peluche junto a mi —un escalofrío recorrió mi espalda.
Darío había estado de frente al asesino, pudo haberlo matado en un abrir y cerrar de ojos, pero no lo hizo, ¿por qué no acabar con un policía que lo estaba buscando?, si lo seguía pensando, nada de lo ocurrido tenía sentido.
—Espera, ¿viste a alguien dejar el oso junto a ti? —Marceline estaba a punto de sacar una libreta y anotar palabra por palabra lo que su hermano decía, y no la culpo, yo podría hacer lo mismo, lo que mas quería era saber quien era el imbécil que asesino a mi amiga y disparó a mi novio.
—Si, iba vestido completamente de negro, una sudadera negra con capucha y una cachucha debajo de ésta ocultaba su rostro, también usaba guantes, no logré ver su cara, la luz de la calle formaba sombras que le ayudaron a encubrir su identidad —Darío había captado más de lo que creía, para alguien que se estaba desangrando en el suelo, había estado demasiado consiente.
—Es obvio que no quería matarte —dijo Marceline respaldando la teoría que había formado en mi cabeza—, si lo hubiese querido, en vez de dejar un oso te hubiese disparado de nuevo, además, matar a un policía solo pondría mas reflectores sobre él.
El nudo en la garganta de mi amiga era muy obvio, su voz sonaba diferente cuando mencionó aquello ultimo de dispararle a Darío para acabar con él.
—Si, creo que solo venía a dejar un mensaje, "La siguiente bala no la verán venir si siguen buscándome" —mi boca se abrió con disgusto, definitivamente tenías que estar muy enfermo como para amenazar a alguien de aquella manera, un oso de peluche con una nota alegando que nos dispararía lo hacía candidato para ser ingresado en una clínica psiquiátrica.
—Es una advertencia para los tres —Marceline se dio la vuelta dándonos la espalda, caminó un par de pasos lejos de nosotros y con las mano es la cintura, sabia que había un debate en su cabeza de como proceder después de esto.
—¿No querrás decir los cuatro? —la corrigió Román desde el otro lado de la habitación de hospital, seguía tan callado que había olvidado que estaba ahí, pero al parecer se puso el saco él solo, aunque era obvio, nadie lo relacionaría con el caso de Kathe y la investigación detrás de este.
—No tendrían por que vincularte a todo esto, casi no te vemos y no conocías de nada a Kathe —la expresión de Marceline denota alivio, que el chico que le gustaba estuviera a salvo debía quitarte un peso de encima.
De repente sentía como si una tonelada estuviera aplastando mis hombros, me sentía tan mal de que Darío estuviera metido en este enrollo gracias a mi, claro, Marceline también había sido artífice de su incursión en esta peligrosa investigación, pero aun así yo habría podido hacer algo para que esto no fuera tan lejos, podría haber tomado con mas calma todo este asunto, tal vez no debí insistir en meterme en propiedad privada, espiar gente, hackear un teléfono que estaba perdido y vinculado a un asesinato, tal vez debí dejar todo esto en manos de la policía, que aunque no fuesen a ponerle todo el entusiasmo que yo le estaba poniendo a la investigación, al menos no nos hubiera llevado a que le dispararan a Darío.
—Lo siento —dije cuando nadie esperaba disculpas de mi parte.
—¿Por qué te disculpas? —Darío había dejado de parecer un niño perdido, y ahora parecía confundido por mis palabras.
—Siento tanto haberlos metido en esto, si no hubiese insistido tanto nunca le hubiesen disparado a Darío y no hubiesen quemado su casa, todo esto solo esta trayéndoles problemas a ustedes —las lágrimas detrás de mis ojos picaban queriendo salir, pero como la persona terca que soy, no las dejaría, tal vez estaba poniéndome en el centro de todo el caos de manera egocéntrica, pero ahora mismo me sentía como la culpable de todos los males de los Caruso.
Darío tomó mi mano para llevarla a sus labios, y después dijo con ternura:
—Alexis, me uní a la policía sabiendo que cosas como esta podrían suceder, de lo único que me arrepiento después de todo lo que sucedió es de haberlos asustado a todos, ni tu, ni Marcela tienen la culpa de esto, ustedes solo querían que se hiciese justicia por su amiga, no te disculpes por querer eso —los ojos de Darío estaban sobre los mios, era hipnotizante la paz y la tempestad que me brindaban con una sola mirada.
La puerta de la habitación se abrió bruscamente.
—Necesitamos hablar con Darío Caruso —el hombre de traje que se había llevado a los señores Caruso había regresado—, a solas.
Miré a Darío interrogante ante la orden del oficial en la puerta.
—Esta bien, tienen clases en la mañana, deberían irse a dormir —nos ordenó Darío mirándonos a Marceline y a mi.
No quería irme, no aun cuando sabía que Darío debía descansar.
Sin soltar la mano de mi novio, dudé en hacer caso a lo que nos estaban pidiendo, tal vez podría quedarme afuera esperando a que el oficial terminara de hablar con Darío.
—Hablo en serio, deberían irse, aquí estaré por un rato para que vengan a verme —dijo mientras cruzaba los pies por debajo de la cobija que lo cubría, parecía que quería hacernos creer que estaba cómodo estando solo con el hombre de traje.
Quería preguntarle que si estaba seguro, pero no lo hice, su mirada me decía que no quería que estuviera ahí por la madrugada en un frío pasillo de hospital esperando a que un policía saliera de su habitación.
—Te veo luego —le susurré levantándome de la cama para dirigirme a la puerta.
No fui muy lejos, el brazo sano me alcanzó y me devolvió a él para robarme un pequeño beso de despedida, ese simple gesto me hizo saber que Darío estaba bien, aun con una herida de bala en el brazo izquierdo él seguía siendo el hombre fuerte que había conocido hace poco.
***
La madrugada traía con ella un frío que calaba hasta los huesos, la fina chamarra que había llevado conmigo no era suficiente, sabía que me enfermaría si seguía exponiéndome al aire congelante de la noche.
—Yo la llevaré a casa —le dijo Román a Marceline amablemente mientras caminábamos juntos hasta la salida.
—Cuando lleguen a casa envíenme un mensaje para saber que están a salvo los dos —Marceline se notaba pensativa y un poco más calmada que cuando llegué, ver a Darío hablando con tanta lucidez debía haberla reconfortado.
—Bien, nos vemos por la mañana —dije al mismo tiempo que Román murmuraba una despedida.
Román me llevó a casa en lo que a mi me pareció un segundo, mi cabeza incesante de múltiples pensamientos no me dio tiempo a notar que habíamos estado callados todo el camino, y ahora estábamos fuera de mi casa con las luces del auto apagadas para que mis padres no despertaran, parecía que Román también se había perdido entre pensamientos durante el viaje, pues su mirada estaba perdida en la oscuridad de mi calle.
—¿Crees que le hagan daño a Marcela? —solté la pregunta al aire de repente.
—No, tomaremos un papel más bajo en esto y todo estará bien —sabía que aun así era peligroso seguir investigando con el asesino detrás de nosotros, casi mata a Darío y el miedo a perder a otra persona era inmenso, pero debíamos seguir, habíamos llegado tan lejos como para rendirnos ahora, debíamos detener al o la encargada de todo el horror y tristeza que habíamos vivido.
—No se si debería seguir hurgando en el teléfono de Fabiola —para ser sincera, yo tampoco sabía si debíamos seguir haciéndolo.
—Si ya no te sientes cómodo haciéndolo detente, ya no te pediré esta clase de favores, no quiero que alguien mas salga lastimado —lo deslindé del asunto sintiendo que estaba haciendo lo correcto.
—Espero que ese loco no le haga nada a nadie más —lo dudaba por completo, estaba segura de que era un monstruo que disfrutaba del dolor que le infringía a sus víctimas, y el placer que probablemente sentía asesinando no desaparecería tan fácilmente. Todo lo que le habían hecho a Kathe no había sido parte de un accidente causado por un ataque de furia que había terminado en la desesperada tarea de ocultar un cadáver, por lo que Marceline me dijo del informe del forense, alguien se había propuesto mutilarla y hacerla sufrir, alguien que la odiaba mucho o estaba muy loco y solo deseaba ver el dolor en los ojos de su víctima. Si, los documentales de asesinos en serie que había visto estaban rindiendo frutos en los análisis que hacía.
—Si, ojalá la policía lo encuentre primero —dije sintiendo como mentira todas y cada una de mis palabras, solo quería darle esperanzas a Román de que esto acabaría, de la misma manera yo también deseaba que lo hiciera, la persona que acabó con la vida de mi amiga merecía ser señalado como el monstruo que era.
Después de despedirme de Román bajé de su auto y entré en mi casa, por suerte no desperté a nadie al entrar y llegué a mi cama sin problema alguno, traté de dormir, pero mi mente no me lo permitía, habían sucedido un montón de cosas que no me dejaban en paz. No supe cuando fue que el sueño me venció, y de pronto la alarma de mi teléfono me informaba que debía de ir a la escuela. Mi plan era simple, fingiría que voy a la escuela frente a mis padres pero en realidad iría directo al hospital.
Tomé una ducha, me vestí pensando en lucir fantástica en un hospital y bajé a desayunar. Ana me miraba con intriga, no le había avisado que estaba en casa cuando llegué anoche, por lo tanto ya sabía a que se debía la desaprobación en su mirada, mis padres ni se inmutaron de lo que sucedía, definitivamente estaba teniendo suerte en ocultar todo lo que estaba haciendo.
Ni siquiera terminé mi desayuno, tenía prisa en llegar al hospital y eso solo implicaba menos tiempo de estar con Darío.
—Ya me voy a la escuela, tengo un examen y quiero llegar antes que el profesor para estudiar un poco más —con mis mentiras estaba dejando a la perra de pinocho con la boca abierta, y al parecer mi hermana también se daba cuenta de que aquello era más falso que ella siendo infértil, así que Ana también tenía la boca abierta de par en par cuando mis padres no dijeron nada y solo asintieron.
Salí de casa rápidamente antes de mis padres notaran mis mentiras, las prisas me hicieron tropezar con algo, o mas bien, con alguien. Rafael.
—Lo siento —dije antes de darme cuenta de quien era.
—Hola, Alexis, siento aparecer de la nada frente a tu casa tan temprano —y si que era temprano. Rafael había desaparecido por tres días, o más bien Darío lo había hecho desaparecer cuando interrumpió nuestra cena, y ahora era extraño verlo frente a mi casa.
—Esta bien —dije restándole importancia al asunto— ¿Que haces aquí?
—Me entere hace un rato que alguien le había disparado a Darío, vine a ver si estas bien —parecía estar preocupado, me miraba de arriba a abajo, como si quisiera encontrar un tercer ojo en alguna parte de mi cuerpo.
—Estoy bien, gracias por preocuparte —le aseguré mostrandole una sonrisa un poco forzada, yo definitivamente quería ir a ver a Darío cuanto antes, y Rafael estaba poniéndose en mi camino, sonaba cruel de mi parte, pero de verdad tenía prisa.
—Me alegro —dijo con una sonrisa incomoda, creo que había notado mis ganas de irme.
—De verdad te agradezco que te hayas tomado el tiempo para venir a ver como estoy, pero de verdad necesito irme justo ahora —un gesto que duró segundos en su cara me dio la impresión de que se había molestado, pero probablemente era el cansancio en mi haciendo estragos, Rafael no lucía como el tipo que se molestaría por algo como eso.
—Esta bien, si quieres te puedo llevar a donde sea que vayas —se ofreció haciendo un ademán para señalar su auto justo detrás de él.
—No es necesario, no quiero hacerte perder tu tiempo —me negué siendo lo más cortes posible, mis modales de damita salían a la luz por fin.
—No me haces perder el tiempo, dejame llevarte —no sabía como decirle que no, miré de un lado a otro buscando a alguien que me salvara del viaje más incomodo de mi vida, pero no encontré a nadie.
—Vamos, somos amigo, ¿o no? —dijo a modo de burla con su blanca sonrisa dejando fritas mis excusas.
Subí a su auto aceptando la derrota, ahora tendría que decirle que iba al hospital a ver a Darío, y si me preguntaba por que tenía tanta urgencia de verlo como para saltarme las clases tendría que explicarle que Darío era mi novio, lo que haría un millón de veces mas incomodo el viaje, debería inventar otra explicación a mis motivos urgentes de llegar al hospital.
—Y bien, ¿a donde te diriges? —preguntó en tono alegre después de entrar en su auto.
Su estado de animo cambio notablemente cuando contesté a su pregunta.
—Al hospital que esta en el pueblo de a lado —dije sin dar muchas referencias del hospital ya que era el único más cercano en la región.
Rafael no parecía enojado, más bien confundido y decepcionado, sabía que habíamos estado intentando salir, pero no era para tanto, estaba segura de que había docenas de chicas yendo tras sus huesitos, no podía ser tan importante ante sus ojos.
—¿Faltaras a la escuela para ir a ver a Darío? —mi mirada se desvió de la suya, no quería sentirme más incomoda aun, solo quería salir de aquel auto cuanto antes.
—Si, faltar un día a clases no me hará daño —murmuré queriendo lucir como cualquier adolecente que se salta clases para irse con sus amigos a pasar el rato.
—Faltaras por Darío —dijo Rafael para si mismo, sonaba como si tratara de entender lo que estaba diciendo—¿No puedes ir después de clases?
Su pregunta sonaba más como un reclamo, y eso para nada me gustó, a mi nadie me reclama, excepto por mis padres, y mi hermana, y mi abuelita, pero no un chico que conocí hace un par de semanas.
—No, estoy saliendo con Darío y quiero ir a verlo ahora —dije motivada por la furia que había desatado su anterior pregunta. Después me di cuenta de que la había cagado, se supone que no le diríamos a mas personas que estábamos saliendo hasta que pasara mas tiempo, pero algunas cosas no se pueden ocultar cuando estas enojada.
El silencio dentro del auto de Rafael me ahogaba, el chico se había quedado completamente callado, con la vista perdida en el parabrisas y las manos sobre el volante. De repente encendió el auto, su rostro cambio repentinamente y con un suspiro dijo:
—Esta bien, entonces vayamos al hospital —la manera en la que dijo aquello me provocó escalofríos, fue la reacción mas extraña que había visto, en cuestión de segundos había asimilado todo y lo había dejado ir. No es que quisiera que el muchacho se deprimiera y pasara días en pijama en su cama, pero al menos debía dejar de sonreír como antes, o al menos eso haces cuando te bajan el ligue.
Tratando de afrontar la extrañeza en la reacción de Rafael me quedé en silencio todo el camino. Cuando llegamos a la puerta principal del hospital bajé del auto lo mas rápido posible, pero no fui tan rápida como Rafael.
—Me dio gusto verte, espero que Darío se recupere pronto —la sonrisa que portaba era igual a la que había tenido hace algunos minutos en la entrada de mi casa, de pronto Rafael era una persona extraña.
—Gracias, a mi también me dio gusto verte —vocalicé ajustando mi mochila en mi espalda, sonreí ocultando mi desconcierto—, nos vemos luego—me despedí y me di la vuelta tratando de escapar de aquella situación.
Caminé rápidamente y cuando por fin estuve dentro del hospital mire hacia atrás, él seguía estacionado frente a la puerta principal del hospital, me miraba fijamente sin expresión alguna en su rostro, otro escalofrío recorrió mi espalda y casi corrí hasta la recepción.
La enfermera al otro lado del escritorio me miró con una sonrisa, ¿que le pasaba hoy a la gente con las sonrisas demasiado pronunciadas?
—Buenos días, vengo a ver a Darío Caruso —hablé imitando su sonrisa.
—Lo han transferido a otra habitación —me informó después de teclear en su computadora por unos segundos.
La enfermera me dio instrucciones de como llegar a la habitación de Darío y me puse en marcha.
Cuando estuve frente a la puerta de la habitación donde se suponía estaba Darío me quede parada como una estatua. ¿Seguí bien las instrucciones?, siendo yo podría perderme en un departamento de dos habitaciones y 20 metros cuadrados.
De repente unas voces provenientes de la habitación me llamaron la atención. Dos voces masculinas charlando amistosamente
Una de aquellas voces era definitivamente Darío, podría reconocer su voz en cualquier lugar, pero la otra voz le era desconocida a mi oído. Solo había una manera de averiguar quien estaba adentro hablando con mi hombre.