Capítulo 12: Un nuevo estilo de vida
Narra Ifigenia
Ese día algo cambió en mí, algo se apoderó de mi cuerpo y ya no me sentía como antes. Juré que nunca volvería a ser la misma, que nunca volvería a enamorarme. Ahora el amor era solo un juego, una diversión, una forma de tener sexo sin compromiso. Ya no me interesaba nada más, me reinventé por completo.
Me convertí en la chica popular, la chica que todos los chicos querían tener en su cama, la chica sexy, la chica sin sentimientos. La mitad me amaba por ser así y la otra mitad me odiaba por lo que me había convertido. Pero ahora me preguntaba: ¿qué debo hacer yo?
Esta era la nueva versión de mí y no tenía intención de cambiar. Nadie conocía mi pasado excepto Samuel y Heidi, solo ellos podían hacerme cambiar.
Heidi intentaba hacerme volver a la razón, siempre me daba consejos y no se alejaba de mí porque me apreciaba, pero no aprobaba mi nuevo estilo de vida.
Samuel se había convertido en mi mejor amigo y ahora tenía dos nuevas amigas llamadas Camila y Karina, quienes se habían convertido en mis mejores amigas, o mejor dicho, mis clones.
Pero aún recordaba a ese hombre, James Santiago, el profesor que cambió mi vida. Él fue quien me hizo el amor por primera vez. No hay noche en la que no llore pensando en él, en sus besos, en su cuerpo, en sus caricias, en todo.
Me preguntaba si él aún pensaba en mí o si ya me había olvidado. Pero luego llamaba a Samuel, teníamos un encuentro sexual y todo desaparecía. Me había convertido en una mujer tan promiscua que tenía sexo con mi mejor amigo.
Pero, ¿qué debo hacer yo? Este era mi nuevo estilo de vida.
- Oh, nena, me vuelves loco. Me encanta - gemía Samuel mientras nuestras pasiones se desataban.
- Sí, casi llego al clímax... James - sin más preámbulos, grité el nombre de James cuando alcanzaba el orgasmo.
Esta era la tercera vez que tenía sexo con Samuel y las tres veces había gritado el nombre de James.
Pero no solo con él, también había tenido sexo con otros cinco chicos y me pasaba lo mismo. Siempre que tenía sexo, gemía el nombre de James.
James estaba en mi mente, en mi cuerpo. No podía borrarlo de mi vida. El único que realmente deseaba era a James.
Vi cómo Samuel se levantaba y se arreglaba la ropa. Él no había terminado y no entendía por qué se iba, o mejor dicho, sí entendía.
- Samuel, ¿por qué te vas si aún no has terminado? - pregunté con sensualidad.
- ¿Sabes por qué, Ifigenia? Me voy porque esta es la tercera maldita vez que te corres pensando y gritando el nombre del maldito James - dijo con enojo, pero no entendía por qué. Él sabía que yo seguía enamorada de James y cada vez que teníamos sexo, pensaba que estaba con él.
- Mira, Samuel, estoy cansada de toda esta mierda. Sabes muy bien que aún amo a James y eso nunca cambiará - respondí con el mismo tono de voz que él.
- Bien, Ifigenia, haz lo que quieras. Estoy cansado de ti y de tu maldita forma de amar a alguien que ya no está, que se fue - dijo mientras cerraba la puerta con fuerza.
Y era verdad.
Era la tercera vez que gritaba su nombre. Lo extrañaba tanto, lo amaba y no podía hacer más que buscarlo, encontrarlo, enamorarlo.
Porque yo soy suya y él es mío.
No importa cuánto tiempo me tome, voy a buscar a James y lo encontraré. No puedo vivir sin él.
Heidi tiene razón, este nuevo estilo de vida es escandaloso. No puedo vivir así.
Narra James
Me encuentro viajando, deprimido. Vine a África pensando que dejaría de pensar en ella, pero todavía la tengo clavada en mi corazón.
He intentado olvidarla teniendo sexo con otras mujeres, pero eso no me llena, no me satisface. La necesito a ella.
Me he convertido en un ser oscuro, que solo piensa en sexo sin amor. La única mujer a la que amé fue Ifigenia.
¿Por qué? ¿Por qué no puedo sacarla de mi cabeza?
En este momento estoy rodeado de amigos que conocí en este viaje. No puedo entender lo que dicen, mi cerebro se desconecta por momentos, pero por otro lado, vuelvo a sentir ese horrible dolor y los escucho.
- James está mal, debemos internarlo - dice Clara, una chica que conocí en este viaje.
Y es la verdad, tengo una fuerte depresión y una fiebre altísima.
Los días pasaron y lograron salvarme la vida en el hospital, pero nadie puede salvarme a mí. Me limito a seguir existiendo porque mi vida se quedó con Ifigenia Rodríguez. A menudo, la idea de suicidarme pasa por mi mente, pero siento que ella se sentiría culpable si lo hiciera. Mi corazón está hecho pedazos.
Cuando me dieron el alta, me dediqué a viajar y a conocer personas nuevas. Pensé que eso me haría olvidar a Ifigenia, pero me equivoqué.
Durante las noches, en mi habitación, no puedo evitar llorar y llamarla.
- Ifigenia, no me dejes solo. Te amo. Eres mi gatita, mi solecito. Te necesito... Yo fui el primero en amarte y quiero ser el último.