—Lucas —susurro, mis dedos entretejiéndose en su cabello.
Él emite un murmullo contra mi garganta, la vibración me hace estremecer. —Te amo, Ava. Te amo tanto.
Lágrimas pican mis ojos ante su sincera declaración. Abro la boca para responder, pero sus labios capturan los míos en un beso ardiente que me roba el aliento.
Me pierdo en el deslizamiento de su lengua, el mordisco de sus dientes. Mi cuerpo se arquea sobre el suyo, buscando más. Siempre más.
Dedos ásperos acarician mis senos, apretando suavemente, jugueteando con mis pezones hasta que están duros y ansiosos por una estimulación más allá de lo que está dando.
Cuando deja besos cálidos bajando por mi pecho, demorándose con suaves y cosquilleantes caricias contra mi clavícula, me retuerzo bajo él, frustrada con sus juegos.
Estoy palpitante, dolorida, y ni una sola vez me ha tocado debajo del pecho, dejándome arquear mis caderas en un intento desesperado por encontrar la fricción que necesito.
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