—Me impresionas, Harper —no pudo resistir una sonrisa divertida—. Nunca imaginé que lo que querrías elegir para mí serían esposas. Vaya un lado autoritario que habías mantenido oculto todo este tiempo.
Ella cerró la bolsa de golpe y se volvió hacia él con una sonrisa.
—Oh, hay tantos lados de mí que aún no has visto —le provocó ella.
Muy cierto, dada todo lo que había pasado hoy. Y él no podía esperar a verlos uno por uno.
—Supongo que solo hay una forma de descubrirlo, así que manos a la obra —Eli arrancó el motor—. ¿Tu casa o la mía?
Harper hizo eso inconsciente con sus labios otra vez, el pequeño mordisco que hacía que su cuerpo respondiera de todas las maneras indecentes.
—Bueno, yo no tengo una... cama con dosel o lo que sea que la gente usa para atar cosas... —lo miró por debajo de esas largas y parpadeantes pestañas—. ¿Tú sí?
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