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Beth recogió la bolsa de las escaleras y comenzó a subirlas, esta vez sin esperar a Anna. Mientras Anna empezaba a subir, su rostro permanecía oculto a los demás, y ella sonreía con malicia siguiendo de cerca a su cuñada.
Las sirvientas se apresuraron a mostrarle a Anna la suite principal, y ella entró, quedándose sin aliento ante la elegancia de la habitación. Era oscura, un claro reflejo de la personalidad de Noah, pero había toques de rosa en las paredes y algunas decoraciones que suavizaban la atmósfera. Era como la guarida de un demonio que estaba siendo delicadamente mancillada por la presencia de un ángel.
A Anna le encantaba. Le encantaba todo. La combinación de fuerza y suavidad, el equilibrio entre la oscuridad y la luz. Era perfecta. Todo lo que ella podría desear.
Pero había olvidado tan pronto que ella había sido quien redecoró toda la mansión como Noah quería. Cambiándolo todo a su gusto.
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