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7.2

La mariposa flexionó las patas traseras para inclinar su cuerpo. Sin mediar más palabras, el conejo robot ayudó al niño a subir a la espalda del robot. Enseguida, Hari se acomodó detrás del niño, mientras que Adam se preparó para correr ajustando las uniones entre las piernas y los pies, las cuales sufrieron severos daños mientras intentaba liberarse de las sombras bajo el lago.

—Llegarás más rápido volando — advirtió Nahla al robot víbora.

— ¿Qué puedo hacer? — preguntó Adam, encogiéndose de hombros.

Al principio, Oliver no lo había notado, pero ahora que lo miraba desde las alturas, podía ver el desgaste del robot creado por su padre. Las palabras de Hari sobre el destino de Adam, resonaron con mayor énfasis:

«Pronto te olvidará».

Atrás quedaron las placas metálicas relucientes, su perfecta cara triangular tenia abolladuras por todos los lados. Le faltaba una mano, algunas manchas negras que adoptaban la forma de un diamante, se desvanecieron. Todo su cuerpo de fierro se transformó en chatarra oxidada y deformada por los golpes.

Adam subió al cuerpo del robot mariposa. Luego, se situó detrás del conejo.

Al poco rato, Nahla comenzó a sobrevolar a una altura baja, esquivando encinos y oyameles. Posteriormente, ascendió a velocidad máxima. El robot víbora estuvo a punto de caer cuando la mariposa dio una voltereta sobre el cielo. Por fortuna logró sujetarse de una de las patas de Nahla.

—Ese tonto robot, ya ni siquiera es capaz de coordinarse —se burló Hari.

—¿Está tan mal? —preguntó el niño con un nudo en la garganta.

—No te sientas mal, es parte de un proceso natural en la dimensión.

Oliver volvió la mirada hacia el vasto valle rodeado por las montañas.

«Es verdad, no me puedo sentir mal, Adam es solo un robot».

La mariposa se internó entre los nubarrones anaranjados, estacionados en la pendiente del cerro. Aquello era una completa locura, aun así, la adrenalina que generaba fue suficiente para que olvidará, aunque sea por un breve momento, dónde se encontraba.

Atrás quedaron las malas experiencias que derivaron en una crisis de ansiedad. Ya sea por el viento que no dejaba de arroparlo, como de sus nulos intentos por mantener los ojos abiertos, Oliver no lograba concentrarse en la vista panorámica de una ciudad amurallada por montañas escondidas en un extenso río.

Durante el trayecto, Nahla se disculpó con Oliver por haberlo asustado mientras se divertía en el recuerdo con su madre. Su intención no era desbaratar la alegría en el rostro del chico, pero sí era su obligación mostrarle el camino correcto antes de que se pierda.

En cualquier caso, se tardó en intervenir, debido a que su sistema operativo captó en el chico un nivel elevado de serotonina. Lamentablemente, no todo lo que brilla es oro y no todo lo que sucede en el mundo de los robots es real.

Esta dimensión fue creada por la inteligencia artificial como un medio de escape a la cruda y dolorosa vida del humano, aunque las consecuencias desencadenen un daño irreversible. El niño no sabía que bajo esa premisa se concibió la programación de un robot, pero los histriónicos sí. 

—Es muy fácil perderse y muy difícil encontrarse. Los robots junto a la Inteligencia artificial podemos vivir en mundos alternos. Puedo ayudarte a sobrevivir en este mundo utilizando métodos cuestionables como un lavado de cerebro. Sin embargo, las consecuencias, a largo plazo, serían desastrosas. Es similar a tomar un calmante que en ese instante te adormece, pero cuando sus efectos disminuyen, surge el síndrome de la abstinencia y tu vida se vuelve una pesadilla— advirtió Nahla.

—Es un engaño, como este mundo — Oliver se aventuró a preguntar: —¿Por qué tengo alucinaciones o…recuerdos o pesadillas? No me gusta estar preocupado todo el tiempo, vivir preocupado…

La mariposa realizó una repentina acrobacia que casi termina con el robot víbora en las profundidades del valle. Oliver soltó su agarre, pero logró apoyarse en el conejo.

 —Tú inconsciente es vulnerable, trata de que razones en aquello pendiente en tu corazón y que no sanará hasta que lo enfrentes — respondió Nahla restándole importancia al susto que le ocasionó al niño.

—¿Cómo lo enfrento?

—Piensa en las mariposas viajeras. Ellas deben hacer un viaje cada temporada y enfrentar todos los obstáculos. Al final, consiguen su objetivo porque son resilientes, luchadoras y valientes.

«No soy valiente».

—Solo es una ilusión, Oliver. Como dice Nahla, no todo lo que brilla es oro. Una persona con un problema emocional es muy susceptible de caer en las garras de la dimensión. — intervino el conejo.

—No deseo vivir así, es que… creo que no estoy seguro de regresar con mis padres. Bueno, con mi mamá sí, yo… — balbuceó el niño, incapaz de ordenar sus pensamientos.

—¿Por qué no eres feliz? — cuestionó Nahla, de repente.

—Porque — Oliver tragó saliva con dificultad por temor a perder la voz. Hablar de su familia se volvió un tema tabú — en mi casa siempre hay gritos. Mi papá me regaña a cada rato y mi mamá se la pasa llorando.

«Todos los días me encierro en mi cuarto para tratar de memorizar en silencio o en voz alta, conceptos de Historia, Geografía y Literatura. A veces no tengo tiempo para ver las caricaturas o salir a jugar por las tardes. Mi papá dice que salir a la calle me convertirá en un vago y malviviente.

Tengo problemas para dormir, todo el tiempo me siento enfermo. Tampoco tengo amigos. En la escuela me ven como un bicho raro. Hace tiempo que dejé de ir a clases. Si mi papá se entera… me va a odiar más de lo que ya me aborrece», pensó el chico.

Con esto, Oliver logró soltar, a penas, una ligera parte de sus preocupaciones y tormentos mentales. En sus hombros sostenía una carga tan pesada que, a veces, provocaba severos dolores musculares.

Respiró hondo y tendido al mismo tiempo que liberaba las pocas fuerzas que lo mantenían erguido. Aunque tenía muchas cosas que decir, decidió guardárselas porque no confiaba del todo en sus interlocutores. Hari decidió regalarle unas cuantas palmaditas en la espalda para darle ánimos.

Durante toda la conversación, Adam se mantuvo apartado con la mirada perdida, en la silueta de la montaña. Oliver ignoraba que la mente del señor Tavares estaba en cada una de las vivencias que Oliver relataba y, al reflexionar sobre ellas, entendió el daño que había provocado.

Samuel reconoció que siempre fue un ser miserable, egoísta, manipulador y narcisista. Y aquello, lo enfureció de sobremanera, tanto que su mano, ilesa, rechinó al momento de formar un puño. Para él, era una tremenda injusticia, permanecer dentro de un montón de chatarra. La mente del señor Tavares seguía sin reconocerse como un monstruo, pues él no era un criminal.

—¿Quieres llorar? — preguntó Hari atrás de Oliver justo cuando lo escuchó sollozar.

El niño negó con la cabeza.

—¿Por qué? — cuestionó Nahla.

—Prometí que ya no lo haría, llorar no soluciona nada — respondió el niño con voz fina, apenas audible.

La mariposa robot continuó sobrevolando la zona, hasta que en su campo de visión apareció la estación del teleférico, así como la entrada a las grutas a través del balcón con vista hacia el valle.

—Conozco ese lugar — aseguró Oliver para sí mismo. Estaba sorprendido por la forma en que la estructura del balcón encajaba de forma natural contra las enormes rocas del cerro.

Nahla aterrizó cerca de la estación en ruinas del teleférico, construido afuera de una cueva. Una vez en el suelo, el robot mariposa se agachó para que el niño y el conejo descendieran sin problemas. Adam ya había saltado, varios metros desde el cielo.

— Hemos llegado. Antes de que nos separemos, necesito hacer algo por ti, mi estimado niño — comenzó a decir Nahla una vez que se reincorporó — ¿Conoces el abrazo de la mariposa?

— No

—Es una técnica de autorregulación emocional que se emplea para desbloquear pensamientos intrusivos. En síntesis, ayuda a producir el efecto calmante que proporciona un abrazo.

—¿Cómo se hace eso? — preguntó Oliver.

Nanla le pidió al niño que la observará y siguiera sus movimientos. Entonces, el robot cruzó los brazos como si se estuviera abrazando así mismo. Entrelazó los pulgares unidos sobre el pecho mientras las palmas se agitaban, dando la sensación de estar aleteando.

A continuación, inhaló, largo y tendido, por la nariz con la consigna de sentir, cómo se expandía el pecho para finalizar la técnica con golpecitos en la clavícula. Oliver consiguió realizar cada uno de los pasos, tal y como la mariposa robot le iba indicando.

Al principio dudo sobre la veracidad de la técnica y como no tenía nada que perder, decidió intentarlo. Comenzó con algunos tropiezos, sus dedos temblaban en cada movimiento, pero al final consiguió calmarse.

— Cierra los ojos, concéntrate en la respiración unos segundos y exhala lentamente por la boca. Siente como venta el oxígeno de tu cuerpo. Escucha los sonidos que hay a tu alrededor y descríbelos en tu mente. En todo momento, no dejes de agitar las palmas como si fueras una mariposa —continuó Nahla con los ojos cerrados.

Poco a poco, Oliver comenzó a sentirse relajado con cada intervalo de respiración y aleteo de sus manos. Solo en ese momento, los pensamientos intrusivos perdieron poder y dominio sobre su mente vulnerable.

La tensión en los hombros se aligeró tanto que sus pulmones dejaron de elevarse. Las comisuras de los labios del niño se convirtieron en una breve sonrisa y los pliegues formados en la frente, se alisaron.

—Cuando te sientas perdido, recuerda seguir los pasos de la técnica. De esta manera no serás timado y podrás gestionar tus emociones antes de tomar una decisión difícil — concluyó la mariposa robot.

—Gracias, Nahla—dijo Oliver al abrir los ojos. Luego desbarató el abrazo dando la bienvenida al gelido aire sobre su pecho.

—Recuerda la técnica cada vez que te sientas ansioso, estresado o quieras mejorar tu bienestar físico y mental.

- Lo haré.

—Bien, de ahora en adelante continuarán sin mí. Debo regresar al santuario lo más pronto posible, las mariposas viajeras me esperan — se despidió Nahla. La mariposa emprendió el vuelo hacia el cielo.

—¡Nahla!, ¡espera! — gritó Oliver una vez que la mariposa le dio la espalda y cuando ella regresó hacia ellos, agregó: —¿Por qué siempre has estado cerca de mí?

—No sé a qué te refieres.

—Te vi en mi casa fuera de esta dimensión, y en el lago. Tú me hablas.

—Creo que me estás confundiendo.

—No, eras tú, la misma mariposa azul.

—Nunca he salido del santuario, Oliver. Tampoco tengo permitido abandonar el mundo virtual de los histriónicos en tanto mi cuerpo sea encendido.

—Pero… Si no eras tú, entonces, ¿Quién?

—Quizás te lo imaginaste, no sería la primera vez que eso pasó — intervino Adam por primera vez, desde que conocieron a Nahla.