—Oh, cierto. La señora Qin dijo que tú eres la encargada del dinero en tu familia —Tía Liu asintió. Aunque también le resultaba muy curioso el motivo por el que Mo Ruyue permitiría que un niño manejase el dinero, las palabras y acciones de Da Bao eran más maduras y fiables que las del adulto promedio, así que muchas de sus dudas se resolvieron.
Además, ella estaba del lado de los bebés. Mo Ruyue era la madrastra después de todo. Aunque ahora cuidaba de los bebés como si fuera otra persona, ¿quién sabía si volvería a cambiar algún día? Para entonces, los bebés tendrían casas y dinero en sus manos. También tendrían su registro de residencia en sus manos. Además, Da Bao era tan independiente. Podía vivir sin ella y no tenía que preocuparse de que fueran tan miserables como antes.
Muy rápidamente, el tío Liu preparó el carro tirado por bueyes. Llevó a los bebés uno por uno al carro y condujo lejos de la Aldea de la Familia Qin.
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