Cuando cumplí diez años, creía sinceramente que estaba bendecido de nacer como un Nacido del Dragón.
Éramos parte de los orgullosos miembros de la Raza de Dragón, pues la sangre de Dragones fluía en nuestras venas. Esto nos hacía más fuertes que las otras razas del mundo y nos permitía crecer a un ritmo muy rápido.
A medida que crecía, el orgullo que sentía en mi corazón se transformó en arrogancia. Siempre pensé que los Habitantes de las Tierras Bajas, o aquellos que vivían en las tierras bajo nuestro Reino flotante, eran simplemente razas de segunda clase.
Ellos eran aquellos que no habían sido bendecidos con nacer como Dragones o Nacimientos del Dragón, haciéndolos inferiores a nuestra raza.
No obstante, esta creencia cambió en el momento en que el Medio Elfo, Lux Von Kaizer, llegó a Karshvar Draconis.
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