El abrazo entre Kaizen y Ravastine fue cálido y sincero, como si fueran viejos amigos que no se habían visto durante mucho tiempo. La tensión que Kaizen había estado llevando acerca de ver a Leohorn se disipó en ese cálido gesto de afecto.
Cuando finalmente se alejaron, Ravastine, sosteniendo los hombros de Kaizen, lo miró con gratitud en sus ojos rojos. —Gracias, Kaizen. Siempre apareces cuando más te necesito. ¿Cómo va el asedio a la Capital Real? —dijo, girándose para servir algo de té en la mesa junto al sofá en el que Kaizen estaba sentado.
Kaizen respiró hondo antes de responder, su expresión se volvió más seria. —Nos estamos preparando para un ataque. Tenemos un plan que no involucra a tantos aventureros, sólo a un grupo selecto, para un ataque combinado destinado a distraer. Pero antes de eso, tenemos que resolver algunos otros asuntos.
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