La habitación oscura estaba llena con el sonido de la pesada respiración de los combatientes.
Por su parte, Linus estaba ahora desarmado, con una expresión de sorpresa y enojo mezcladas en su rostro. Su mirada se encontró con la de Kaizen, quien lo miraba fijamente.
—Eres muy hábil, Kaizen... siempre lo supe, pero debo admitir que te subestimé. No pensé que tuvieras amigos —dijo Linus, su voz fría pero cargada de sarcasmo—. De cualquier manera, estás cometiendo un gran error. No entiendes la magnitud de lo que está en juego aquí.
Andrew, con sus ojos intensos y el poder mágico pulsando, se le acercó, con la mirada fija y penetrante.
—Parece que estás a punto de decírnoslo. Nos encantaría escucharlo —dijo Andrew.
Linus soltó una risa cínica, a pesar del dolor en su brazo herido.
—¿Entienden? Eso es de lo que hablo. Ah, queridos míos, todos son tan ingenuos. ¿No se dan cuenta de que estamos todos danzando en las palmas de fuerzas mucho mayores que cualquiera de nosotros?
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