Con la criatura tentaculada cayendo hacia él, Kaizen se concentró en su mano izquierda, creando una llama ardiente. La bola de fuego en su mano se transformó en un lanzallamas, disparando llamas intensas hacia la criatura tentaculada. Las llamas envolvieron a la criatura en un abrazo voraz, devorando su carne grotesca y consumiéndola. Los tentáculos se retorcieron y se contorsionaron en agonía, emitiendo gritos disonantes que resonaban a través de las entrañas del monstruo marino.
Las llamas danzaban frenéticamente, devorando la carne viscosa de los tentáculos y emitiendo un calor intenso. Sin embargo, la criatura no era tan débil. A medida que los tentáculos ardían, la criatura se debatía violentamente, sacudiendo sus alrededores e intentando de alguna manera golpear a Kaizen. En ese momento, las paredes de carne se contraían y relajaban en un frenesí caótico.
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