Mirando fijamente a las imponentes puertas plateadas, Asher sintió el filo agudo de la incredulidad cortándole el interior. Una parte de él quería reírse, solo para disipar el absurdo de la situación —¿Qué —se rió secamente— acaso enfadé a los demonios o algo así?
Naida, que estaba de pie junto a él, ofreció una sonrisa compasiva —No pienses así, Asher —dijo ella dulcemente—. Nadie sabe lo que pasa por la mente de seres tan divinos. Esto es... sin precedentes.
Duncan, con sus llamativos ojos rojos titilando en contemplación, agregó —Te aconsejaría que no te preocupes por este asunto por ahora, Asher. Intenta nuevamente después de tu misión. Quizás, de su extraña manera, esto sea lo mejor. No convendría arriesgarse a sufrir lesiones antes de una empresa tan importante.
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