Miguel apretó los dientes mientras tomaba rápidamente un momento para evaluar la situación.
Había millones y millones de almas de pie en la escalera hacia el cielo.
Si se desataba una batalla aquí, podrían convertirse en daños colaterales en un abrir y cerrar de ojos.
Especialmente con el niño que Abadón estaba sosteniendo.
Así que por ahora, Miguel tenía que negociar pacíficamente una manera de asegurar la liberación de él mismo y de todos aquí, así como de todo el dominio del cielo si era posible.
—Dragón... libera a la niña y ven con nosotros para que podamos encontrar una solución amistosa a nuestro actual punto muerto.
Abadón sonrió mientras chasqueaba los dientes y movía el dedo de un lado a otro.
—Ángel... esto no es un punto muerto. Tú quieres algo de mí, pero no tengo la inclinación de devolverlo, no importa cuánto pidas. Más te vale seguir con tu vida como siempre.
—No creo que eso sea lo mejor para nosotros.
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