—¿Qué somos, mi amor? —preguntó ella.
—...Monstruos.
—Así es. Con tu fisiología, solo perderías el tiempo tratando con armas. Tu cuerpo es tu arma más grande, así que perfeccionémoslo —profirió.
En el salón de entrenamiento familiar, Lillian tomó una respiración profunda mientras cerraba sus ojos verdes jade.
Sin más nerviosismo y su cuerpo preparado, apretó los puños mientras devolvía la mirada a su esposo con una intensidad renovada.
—Estoy lista, querido. Por favor enséñame bien —suplicó Lillian.
Abadón sonrió ante su encantadora determinación y tragó su propio deseo creciente.
Cuando Lillian lo despertó esta mañana, él no esperaba que ella le pidiera entrenarlo personalmente.
Al parecer, no había tenido la oportunidad de hacer mucho en la última guerra contra los enanos, y se sentía un poco como un peso muerto.
Seras y Bekka hicieron lo mejor para instruirla en diferentes métodos de combate y Lailah también le enseñó bastante magia, pero... simplemente no encajaba.
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