El cuerpo de Evan le dolía por completo, pero su rostro estaba lleno de sonrisas.
Miraba los siete núcleos de color azul hielo, del tamaño de canicas, en su mano con una cara de satisfacción.
No muy lejos de Evan, Valery lo miraba con una cara de disgusto.
Cuando hizo la apuesta, pensó que sería ella la que ganaría y recuperaría todos los núcleos que Evan le había quitado antes.
Pero la realidad resultó ser cruel, ya que no solo no recuperó su núcleo, sino que incluso tuvo que darle el resto de sus núcleos a Evan.
Solo de pensar en cómo Evan, como un ladrón, demandó los núcleos en el momento en que ella apareció aquí, hizo que la boca de Valery se contrajera.
—Entonces, ¿me puedes decir ahora cómo apareciste aquí antes que yo? —Evan miró a Valery con una mirada vacía y dijo:
— ¿No te lo dije ya? Simplemente abofeteé ese orco hasta matarlo en menos de un segundo.
—¿Realmente quieres que crea en esas tonterías? —dijo Valery con un ojo contrayéndose.
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