—Niña insolente, tienes una lengua muy afilada. Hoy, te voy a enseñar una lección —el hombre gordo se enfureció y avanzó hacia ella, intentando agarrar a Emma. Aunque sus palabras sonaban como si quisiera disciplinarla, la trayectoria de su brazo sugería claramente que quería manosearla.
Emma instintivamente intentó esquivar, pero su espalda estaba contra un estante de ropa, dejándola sin espacio para escapar.
Los dedos grasientos del hombre gordo estaban a punto de tocar a Emma.
La joven estaba tan asustada que casi salta de su piel.
Fue en este momento que Emma se dio cuenta de que había provocado a un hombre sórdido, obeso y de mediana edad que lucía adinerado. La mujer pintarrajeadamente detrás del hombre gordo parecía encantada, tomando placer en la humillación de Emma.
La vendedora quería intervenir y ayudar, pero al ver la cara torcida de ira del hombre gordo, estaba demasiado asustada para moverse.
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