Elisa observaba a su tía, quien parecía haberlo perdido todo. Una veta de miedo a la muerte era evidente en su rostro. Ian parecía seguir manteniendo su tono juguetón —¿Recuerdas lo que me dijiste antes? Angélica no sabía de qué hablaba, pero Ian recordaba lo que la mujer le había dicho. Tenía buena memoria y una mala costumbre en la que le gustaba devolver lo que otros le decían. Ahora no era diferente.
Angélica tartamudeó —N-No recuerdo... Por favor, déjame ir. Puedo decirte lo que sé ahora, el boleto para la vida eterna, una vida inmortal.
Elisa, que se mantuvo en silencio, se preguntaba qué quería decir su tía. Todo el hablar de traer a la gente de vuelta a la vida y tener una vida sin la muerte parecía sacado de un cuento. Pero lo último le recordó a Ian, ya que él también conservaba la inmortalidad. Vio cómo aparecían sus cuernos y cómo sus alas negras parecían oscurecerse más cuando desataba más de su lado demoníaco.
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