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—¿Qué te hace pensar que te lo permitiré? —La voz de Torak se volvió peligrosamente baja y gélida mientras se acercaba a ella.
—Tu presencia ahora no la ayudará. Hasta que ella pueda estabilizar su espíritu, tú y los de tu especie mejor limiten su presencia a su alrededor —Serefina apartó un mechón de pelo de la cara de Raine.
—¿¡Por qué tengo que creerte!? —Solo Dios sabía cuánto autocontrol necesitaba Torak para evitar despedazar a la bruja por sugerir eso.
—Ya ves tú mismo cómo la arreglé —Serefina se encogió de hombros con indiferencia, ni siquiera le preocupaba el hecho de que los ojos de Torak se hubieran tornado negros—. No dije que no puedas acercarte a ella, solo reduce tu interacción. Y para tu información, por si aún no lo notaste, vine por mi propia voluntad para ayudar.
Torak la miró fulminante cuando ella pasó a su lado.
—Si no puedo acercarme a ella, ¿entonces con qué derecho tú sí puedes? —Eso era simplemente un sinsentido en sus oídos.
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