—Íleo encontró un parche seco de césped y la bajó a sus pies. Se quitó la camisa y la extendió sobre el césped para que ella se sentara. Se pivotó frente a ella y dijo, —No puedo ganar esta guerra, Ana.
Ella colocó su mano en su mejilla. Se inclinó hacia ella y cerró los ojos. Su garganta hizo un movimiento. Se inclinó hacia adelante y ella se echó hacia atrás, permitiéndole inclinarse sobre ella. Pasó su lengua sobre su mandíbula y la mordisqueó hasta que alcanzó sus orejas puntiagudas. —Estas me distraían —susurró mientras las mordisqueaba—. He estado soñando con ellas los últimos siete días. Su cuerpo se arqueó mientras ella humeaba en aprobación.
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