—Su aroma estaba por todas partes, en su nariz, en su piel, llenando la habitación. Su aroma, esa hermosa y voluptuosa riqueza que había surgido de la dulzura rosada de la niña que había conocido hace tantos años. Pero ahora estaba impregnada de algo suave, como un día de primavera cuando las flores comienzan a florecer en las colinas —algo justo en el límite del olfato, una insinuación.
—Cuando ella cobró vida bajo sus manos, su aroma se intensificó y él gimió contra su cuello.
—Ella hizo girar sus caderas y se afirmó, intentando hacer que él la penetrara. Pero él estaba tan aterrado, tan seguro, tan absolutamente seguro de lo que vendría, sabía que ese momento lo abrumaría. No estaba listo.
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