—Luciana se encontraba ante la Reina y su esposo con la cabeza inclinada. No necesitaba que nadie le dijera lo que querían decirle, ya que era obvio por la mirada de desaprobación de la reina que su marido, un pusilánime, había ido a denunciarla ante su madre.
—Se estaba volviendo menos atractivo para ella con cada hora que pasaba, ahora que sus ojos se abrían a todas las cosas poco atractivas de él. Quizás no sería tan mala idea si él se casara con otra persona. Alguien a quien pudieran controlar y ordenar a su antojo. Sabía que era algo impropio de una dama pensar esto, pero ya no le importaba... O quizás estaba intentando que no le importara.
—¿Qué está pasando contigo? —preguntó la Reina, con un tono de regaño.
—No entiendo, mi reina —dijo Luciana inocentemente. Si ellos podían actuar como si todo estuviera bien y no estuvieran planeando traer una nueva esposa, entonces ella también podía seguirles el juego.
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