—Mira, Lucas ha vuelto.
—¿Por qué se ve pálido?
—Oye, ¿dónde está Liev?
—Ahora que lo mencionas, no lo veo.
—Tal vez se fue a casa.
—Sí...
—También quiero irme a casa. Odio la escuela.
—Idiota. No puedes irte a casa. Liev puede por su familia noble.
—¡Lo sé! No hay necesidad de insultarme.
—Jajaja...
Lucas, una vez más, fue lanzado en medio de los susurros de sus compañeros de clase. Sin embargo, a diferencia de antes cuando había prestado atención a sus dolorosas palabras, su mente estaba en la persona que le había dado un gran susto. Y el miedo todavía estaba dentro de él.
Por primera vez, el arrogante Lucas entendió el miedo de otra persona que no era su familia. La única persona que podía infundirle miedo era su padre, pero parece que eso ya no era más.
Pero...
—¿Cómo se atreve... —Lucas apretó sus manos con ese pensamiento y muchos más continuaron formándose en su cabeza.
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