—¿Y cuándo creciste? ¿Nunca te despertaste por un vaso de agua vacío? —Alejandro estaba jugueteando con un alambre metálico que había encontrado en la habitación para desbloquear la puerta.
La falta de respuesta de la bruja blanca significaba que la rutina de sueño continuaba y nunca llegaron a descubrir la verdad.
—¿Conociste a mi madre?
—Sí. Tuve la oportunidad de hablar con ella. Era una mujer admirable —respondió Caitlin, mirando al hombre de nuevo. Se preguntaba si él sabría... —¿Tu madre alguna vez mencionó a esta familia?
—No lo creo —Alejandro se levantó después de haber estado agachado por varios minutos, con la espalda recta y girándose hacia la mujer.
Caitlin abrió su boca para cerrarla de nuevo, preguntándose si debería compartir la información. Tomando un enfoque diferente, dijo:
—A mi madre le tenía mucho cariño a la tuya. La dama Isabelle fue quien nombró a mi tío y a mi tía aquí para trabajar.
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