—¿No vas a ver lo que les va a pasar a esas criaturas? —preguntó el hechicero.
La expresión de Ena se endureció cuando cruzó la mirada con él. —¿Es necesario que yo sea testigo de la devastación que crearán? —replicó.
En su mente, las criaturas eran meros peones en un juego más grande, herramientas para ser usadas y descartadas en la búsqueda de sus objetivos finales.
El silencio del hombre transmitió su comprensión.
—Muy bien... ¿nos vamos ahora? —preguntó.
…..
A unos pocos decenas de kilómetros de ellos.
—Por enésima vez, creo que estamos perdidos —se quejó la mujer, su frustración evidente en su voz. Miró al hombre, que parecía sorprendentemente tranquilo mientras giraba la carne que cocinaba sobre el fuego. —¿No estás de acuerdo?
Lachlan suspiró. —Sí, también creo que estamos perdidos —admitió.
—¿Y ahora qué hacemos?
—No estoy del todo seguro —respondió Lachlan—. Has insistido en evitar los pueblos, así que no hemos podido pedir direcciones.
Apoya a tus autores y traductores favoritos en webnovel.com