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Ellis se sobresaltó por las palabras. No había esperado que en un momento como este, María todavía insistiera en una prueba de paternidad... ¿Estaba decidida a forzarlo a un divorcio? Dejó escapar una carcajada. María estaba al borde del colapso y gritó:
—¡Ellis, quiero que veas los resultados! ¡Verás con tus propios ojos que el niño que acabas de matar era tuyo!
—María... no hay necesidad de provocarme más. Sé que estás haciendo esto solo para obligarme a divorciarme de ti, pero no lo haré.
De repente, Ellis extendió la mano y le acarició suavemente la cabeza. María casi se vio llevada al borde por su gesto y exclamó:
—¡Ellis, bastardo! ¡Bastardo!
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