Como si se comunicaran, las dos chicas asintieron. Al momento siguiente, Cassie se atrevió a atravesar los implacables ataques del aborigen, invocando un fuerte viento con la mayoría de su maná restante.
Con este viento vino arena recogida del suelo que aterrizó de lleno en su rostro. —¡Tsk! —maldijo, aunque no perdió la calma a pesar de perder parcialmente la visión.
Gente de su nivel tenía los sentidos un poco más agudos, y esta pequeña cosa no lo dejaría ciego.
Sin embargo, contrariamente a lo que él pensaba, Cassie sonrió. —Es un nuevo veneno que desarrollamos —dijo, evitando por poco una puñalada—. ¡Se utiliza para destruir... rostros!
—¡Ah! —gritó el hombre y de inmediato se frotó la cara con su mano libre. Por supuesto, no soltó su espada, pero sus movimientos permitieron un punto ciego que Jona aprovechó.
Llegó justo detrás de él y le vertió aceite—aceite que se suponía iba a ser usado para quemar otra casa—encendiéndolo con sus propias llamas.
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