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Los cuencos con postres fueron colocados frente a Talia y Damon, y Talia giró el cuenco mientras disfrutaba de la vista de aquella obra maestra culinaria.
Damon sonrió mientras miraba a Talia, cuyos ojos brillaban, y sabía que estaba feliz. Se dio una palmadita mental por organizar esa noche. El tratamiento de princesa y la comida deliciosa lograron mejorar el humor de Talia, y eso era todo lo que él quería.
Solo quedaba el postre, y luego se dirigirían a su siguiente destino.
Después de la cena, Damon planeó un relajante paseo junto al río. Se tomarían de las manos y disfrutarían de las luces de la ciudad reflejándose en el agua, Talia se apoyaría en él, él susurraría palabras dulces, y sería perfecto.
Sin tener conocimiento de los pensamientos de Damon, Talia se acercó al postre. Tomó una respiración profunda, inhalando el olor de las frutas carbonizadas que todavía tenían un toque de licor. Era novedoso.
Sin ninguna advertencia, el estómago de Talia se revolvió.
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