Los Hermanos Frost se pararon alrededor de los restos del coche de Gabe, con expresiones que mezclaban preocupación y enfado. Era de madrugada, y finalmente habían recibido información sobre el coche de Gabe. Sin embargo, la escena con la que se encontraron al llegar no era una que les ayudara a tranquilizarse.
El coche de Gabe estaba destrozado. El frontal estaba aplastado, el capó arrugado como un papel, y el parabrisas hecho añicos en innumerables piezas. La puerta del lado del conductor estaba casi arrancada, y los airbags se habían desplegado, ahora desinflados y manchados de sangre. Vidrio roto y metal retorcido cubrían el suelo, pintando una imagen horrorosa.
Los ojos de Lucien recorrieron el metal torcido. —¿Cómo pudo haber pasado esto? —murmuró, pateando un trozo de escombro lejos del coche—. Gabe siempre es tan cuidadoso.
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