(Desde la perspectiva de Demetrio)
—En presencia de la diosa de la luna, os declaro oficialmente compañeros —dijo el sacerdote.
La sala se llenó de aplausos y risas, pero eso no me importaba. La envolví con seguridad en mis brazos. Parecía que iba a caerse. Aunque su belleza brillaba esa noche, su cara estaba pálida y llena de terror.
—Estás temblando —dije.
—Lo siento —murmuró ella.
—Deja de disculparte por todo. No es tu culpa en primer lugar. Se suponía que debía ser doloroso —dije, irritado—. ¿El lugar todavía te duele?
Ella negó con la cabeza. Suspiré. En el mundo de los hombres lobos, se felicitan a través de tarjetas. Y además, cuando se trata de la Familia Real, no pueden hablar con ellos cuando quieren.
Durante el festín, ella tampoco hablaba, y por algún motivo, no pensaba en nada correctamente. Un momento pensaba si iba a morir, al siguiente momento, se preguntaba por qué temblaba tanto.
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