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Acto cinco. Ella me habla. Conozco una historia de Mei.

Cuando me comuniqué, sentí que la conocía

desde antes.

Como era sábado, salí de mi habitación, luego de estar toda la mañana durmiendo. Era un sueño pesado, doloroso, pues, me sentía como si mi cuerpo pesase los kilos suficientes para dejarme clavado en un solo lugar sin poder moverme siquiera.

Saludé como siempre a mi hermano, y mi madre. No me prestaron atención, así que resolví salir por mi cuenta.

De camino al parque, tenía ganas de sentarme a pensar un poco. Estaba como mareado, y no me podía concentrar bien, tanto con las tareas de la escuela, como con otras actividades. Y para suerte de la vida, ella estaba allí, en el sector de juegos. La realidad es que todos los perímetros que alcanza a visualizar de alguna manera se veían de otro color que no fuera un opaco matiz. Esto me ha pasado desde que salí del hospicio. Sería quizás posible que tuviera problemas visuales, aunque con tantos sucesos alrededor no medité en ello.

- ¡Hola! – Saludé sin reparos. Fue un día nublado, luego de salir de la casa. Me dirigí al parque de la plaza. Uno bien lejos. Entre los columpios. Algunos se mecían solos, como si los usasen. Ella estaba entre medio de dos. Se balanceaba de un lugar al otro. Su mente estaba insumida en un mundo interno, y no me prestó atención. - ¡¡¡Hola!!! – Cumplimenté nuevamente, y ella se asustó. Como mecanismo de defensa tendió a cubrirse, como si no quisiera que la lastimaran. Quizás no me recordaba. De ser quien se entrometió con esos muchachos malcriados. Comprendí como primera medida que Mei, tenía miedo. Miedo a todos. –¡Tranquila! – Sonreí – Soy Octavio Couspide de 3º 3º de la escuela EEUU, tú misma aula. Somos compañeros. – Al mencionarlo, la chica no dijo nada, y me miró con rostro de pena. Como si me faltara algo. Como si un ser patético anduviera a su lado. Luego procedió a querer comentarme algo, aunque no podía. No podía explayar palabras, y solo generó un gesto usual de asentimiento. Calculo, que me había recordado. -

Se produjo, pues un momento de silencio. Un estado en donde el tiempo se transformó en un puente interminable. Allí fue que ella se prolongó firme modificando la ubicación de su mirada a un hombre que estaba cruzando, en plena

avenida circular de vehículos. Una pequeña lágrima la sedujo, en su ojo izquierdo, mientras que el otro no decía nada al respecto. Ella agacho la mirada.

El camión fue directamente contra aquel que cruzaba con su celular en la mano, concentrado en unos mensajes. Me lancé al suelo del susto, en cuanto parte del cuerpo explotaba. La sangre comenzó a escapar libre, junto a los órganos. Una mujer vomitó de la impresión, mientras una madre se llevaba a su hija, para no ver el acontecimiento. Otros gritaban del espanto en su asombro. Comencé a toser del es asco, y la impresión de un mareo ante la representación.

Mei se levantó como si nada del columpio saltando. Estaba perfecta en todas sus condiciones, y se acercó a mí, que encontraba en el suelo de la tierra y la arena, sin poder respirar bien, tomándome el pecho con la mano derecha. Detrás, sentí la caricia en la espalda de la palma de su mano.

- ¡Todo va estar bien! - Sin expresión alguna, me lo dijo. A partir de allí el contacto se amplió – Éste mundo es tan cruel, que tal vez una muerte, sea un hermoso momento. Algo para atesorar ¿No los crees? Algo que no podamos olvidar. Mejor que una vida repleta de congoja.

- ¿Cómo dices? – Pregunté, cuasi aliviado. -

Mei, no declaró nada más. Mantuvimos el silencio, que era corrompido por la sirena de una ambulancia, y dos patrulleros de policía. Me incorporé, y luego ella.

- Es cruel. Solo piensa en ello.

- No lo puedo entender. Acaba de cometerse un asesinato en plena calle

¿Cómo puedes estar tan tranquila?

- No es algo que no sea extraño. Es parte de la vida. La muerte misma. Considéralo como una forma de existir diferente. Todos tenemos una manera de existir, y pasamos a otra.

- Es teoría, solo eso. Cuando dejamos de existir, ya no tenemos nada. Y somos nada.

- Lamento decírtelo que no es así como los crees, y lo que dicen los científicos

- Quisiera pensar que la ciencia puede errarse. Es la primera vez que te escucho hablar de esta forma.

Ella se sonrojó un poco.

- Ojala, fuera todo diferente – Dijo.

- ¿Diferente?

- No es nada, solo olvídalo.

- ¡Ja! ¡Ja! –

- ¿por qué te ríes? – Estaba seria ella.

- Porque, rompiste esa forma tuya de ser callado y tímido.

- No quería ser así, pero me obligaron.

- Te molestan demasiado en la escuela. Admiro que puedas soportarlo.

- No son ellos los que actúan, sino sus almas.

- Es muy metafísico.

- Pero es así. Tienen vidas patéticas, y el miedo de todo lo que hay alrededor los ensucia. Buscan lidiar con ello, y como mecanismo de ataque, se lanzan contra los más débiles. Yo los tolero, porque me dan pena sus existencias.

- ¿Puedo saber algo? Asintió ella. –

- ¿Vienes de una familia de artistas?

- Si, los malditos artistas. Por culpa de ellos, dicen que el barrio esta maldito. No los contradigo por ello.

- No comprendo. Solo sé que cada vez hay más situaciones de violencia, y solamente se cumplen en el barrio. Incluso no las alcanzo a comprender. Los hechos, y las situaciones. Pienso que debería irme de aquí.

- Es muy difícil que te vayas. O que nos vayamos.

- ¿No podemos salir por la maldición? - Pregunté con cierta intriga. Ella miraba al horizonte, hacia un árbol de la plaza.

- Mi familia ha sido un grupo de artistas. Fueron los primeros en poblar el barrio. Tenían un arte fino en el dibujo, y los trazos específicos. Eso lo hacía muy especiales al respecto. Hace muchos años, mi tía, hermana de mi madre. Falleció de repente. Había sido asesinada de forma violenta por un hombre desconocido. Ella era la mejor en la familia de los artistas. Fue un día lluvioso de invierno. El hombre entró y solicito un dibujo de parte de ella. Los detalles de cómo fueron desarrollando los hechos, es simple. Él esperó a que ella concluyese, aquel retrato. Nunca supe, ¿Cual fue? Pero el hombre de forma inesperada la mató, clavando un cuchillo en su cuello. Comenzó a escupir sangre por todos los sitios, y luego aquel al ver lo que había cometido, decidió suicidarse ¡Ilógico! ¿No lo crees?.

Al comentarme tal historia. Ambos estábamos sentados en una banca. –

- Pero ¿Qué sería lo que habría allí?

- ¿No lo sé con certeza? El dibujo se manchó de sangre. Eso si lo sé. Esto ocurrió un año antes de que naciera. Luego de nacer mi madre estaba muy deprimida por el asunto de la muerte y el suicidio, con el tiempo mi padre cerró aquel sitio del taller. No te diré las razones, mi hermana mayor cuando era pequeña corrió la misma suerte con el suicidio. Como una moneda corriente.

- ¡Lo siento! – Dije – Sin decir nada con la mirada gacha.

- No te preocupes. Fue todo repentino. La depresión nos contaminó a todos.

- Pero...

- Espera...Según los acontecimientos, hay una maldición en el barrio, que dice que los dibujos están embrujados, poseídos, que producen una violencia desmedida. Eso fue otro hecho que llevó a mi familia a cerrar todo allí. No

podría confesarse que se sabe a ciencia cierta que los actos de violencia son causados por vándalos, o personas insanas y malvadas, pues los actos se cometen como sin razón alguna. Con el tiempo mi madre fue vencimiento ese sentimiento de depresión. Fueron víctimas a pesar de todo. Mi padre luego falleció en un accidente. Ese fue el último vestigio de horrores. Hasta aquí, no me queda duda, de que todo es una mísera vida.

- La verdad, no sé qué decirte con todo lo que me estas narrando.

- No debes decir nada. Es mi historia. Vivo con mi madre. Creo que hasta aquí está bien para que no te vuelvas loco, como lo has estado ¡Je! ¡Je! – Esbozó una risita. Nunca la había visto hacer ello.

- Tiene gracia ¡Je! ¡Je!

- Es solo para no parecer tan sería – Se dio vuelta en su rostro observándome con su solo ojo, y esa venda, que algo ocultaba.

- ¿Te parece bien regresar? Ya es tarde, y debo hacer algunas actividades personales.

- Claro – Expresé con duda.

- Sé dónde vives.

Eso me pasmó con una sorpresa.

- No veo la sorpresa de tu rostro – Ella se dio cuenta por ello. – Es claro que vivimos en la misma cuadra. Ante sus palabras, no puedo evitar cada sensación de su parte. No parecía la Mei, callada y reservada. Estaba más abierta para todo.

- No es por nada en especial. Pero te vez distinta de lo que creía.

- No te preocupes. Solo soy así contigo – Confesó – Te he estado observando.

- ¿Eh? – Me sonrojé

- No es para tanto, solo tenía una curiosidad. Ya sabes una de las maneras de indagación. Supongo que tienes tu historia.

- Si la tengo – Mi mirada fue sostenida por el suelo. Una distancia entre la baldosa y la punta de la nariz. –

- No tienes que contarme nada. Solo lo harás cuando lo crear conveniente.

- Solo te diré que estuve un tiempo internado - Manifesté. Ella me miró, y luego volvió su visión al horizonte de las calles. – ¿Puedo preguntarte algo?

- Claro.

- ¡Puede que haya visto a alguien parecido a ti!

- ¿Parecido a mí? Lo dudo.

- Si, mis sentidos no están muy bien.

- No te preocupes. Posiblemente confundiste a alguien como yo.

- Tal vez.

- ¿Cómo era?

- Parecida a ti, pero su semblante, tenía un color distinto. Usaba un parche. Y estaba en una tumba, con un nombre.

- ¿Una tumba?

- Si, con unas siglas, o nombre. Orina,..¿No?.. ¿Amia?

- ¿MMM?....No, no podría decirte con certeza de que fuera yo. Hay muchas personas parecidas, y también hay quienes vuelven del otro lado. A esos los llamo otros. Y no saben que están, y viven como si nada en cuerpo físico, pero con un alma contaminada.

- ¿Vuelven del otro lado?

- ¡Ja!.¡Ja!.¡Ja! No me prestes atención. Solo digo tonterías, para asustarte.

- Ya he recibido bastante. Y otra vez parece que va llover, aquí.

- Siempre llueve.

- Por cierto, vivimos relativamente cerca.

- Solo cinco minutos de viaje.

- He venido caminando hasta aquí. Cinco minutos no son nada.

- Me gusta caminar, y ver las calles de éste barrio.

Volvimos juntos de camino de la plaza a nuestras casas, pero ella no hablaba. No le gustaba conversar, y me intrigaba con solo verla a cada centímetro. Desde su cabello oscuro corto y salvaje, y su rostro pálido, a su fino y escuálido cuerpo. Algo de alguna manera me atraía. Y ello depararía eventos muy interesantes, que solo ella sabía. Al decirme que me tenía visto, me produjo un poco de emoción. Pero solo un poco. Era como si me costara lanzar esos sentimientos. Pregunté por su venda en el ojo, y el misterio de su interior.

- ¿Tu ojo está bien? – Fui simple, sin tratar de manifestar una insolencia ante aquel.

- Lo está. Siempre lo estuvo. De todas formas, ya te he contado suficiente sobre mí.

- ¿Y por qué el parche como vendaje?

- Es para no ver todo lo maravilloso. Es una penitencia. Y también un alivio.

- ¿Un castigo? – Fruncí el ceño. - ¿Creo que no entendí? Sueles ser muy abstracta en lo referente en un tema especial. – Me coloqué la mano en la nuca, y ante ello hice una mueca divertida.

- Hay cosas desagradables que es mejor no verlas dentro de esa maravilla.

- ¡Entonces no es maravilloso....! – Repliqué – Es bueno, o malo

- Lo es, cuando se trata de ello, pero lo maravilloso, es doloroso, no tiene que ser bueno. Ver el salto del Tiburón cazando una foca en el aire, no es bueno, pero a simple vista ante su lance, y el estallido de las gotas de agua que se deslizan sobre él, lo és.

- Pienso que algo puedo comprender. – No sabía bien, pero entendía que ella guardaba allí su secreto, y era mejor respetarlo.

Nos mantuvimos en puro silencio hasta llegar a cierto punto. Ella comenzó a caminar en una dirección opuesta a la mía en cierto punto. Yo me dirigí a mi casa.

- ¡Oye! - Le dije con un poco de vergüenza – ¿Te parece bien, si nos pasamos los números de teléfono para estar comunicados?

- No veo problema de ello, aunque soy bastante reacia a un aparato infernal que lo único que hace es atarte para que no puedas escapar de nadie – Confesó. Lo dijo con una claridad, pero había verdad en sus palabras. De inmediato nos pasamos los números y nos agregamos en el chat. Ella tenía una foto de perfil de un dibujo de su autoría, y yo solo poseía una imagen de un perro, al que cuide de pequeño.

- ¡Bonita mascota!

- Gracias. Es una foto muy vieja.

- Sigue siendo una foto a pesar de ello. Las imágenes no mueren nunca – Expresó seriamente. –

- Esa sería la diferencia con nosotros – Manifesté

- Tal vez, tal vez no. Bueno debo irme. Gracias por la plática. Espero te repongas del hecho.

- ¡Gracias!..a ti.....Y hasta mañana. . – Saludó yéndose por el otro camino, extendiendo su mano en alto

- ¡Eh!..¡Hasta mañana...! –

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