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Acto tres. De nuevo a la vida normal. -

La realidad es dura, e impensada. Ojala

fuera un sueño

Y regresé a la escuela. Algunos allegados de otra división adelantada me visitaron, y me sentí muy bien por ello. Mis otros compañeros ya se habían graduado. Había pasado mucho tiempo. No nos pudimos comunicar, seguido con los móviles. Si es cierto que ya no estaría con ellos. La vieja escuela "EEUU", siempre fue crueldad desmedida. Es una de las pocas escuelas en el barrio que tiene esta clase de problemas. Los conflictos se suscitan, y claramente fui designado en el aula de 3° 3°, del año lectivo escolar.

- Qué bueno ver que te vas a reincorporar – Expresó una de las profesoras

- ¡Gracias!... ¡Espero no ser una molestia!..

- Para nada - El director, preguntó por ti también

Eso me calmó un poco, debido al episodio de la terraza, nunca creí que me volverían aceptar. Al despedirme de ella. La profesora se acercó a otro profesor. Ambos me miraban, pero no le presté atención ante un colega que había saludado.

- ¡Vigílalo bien!

- ¿El director, también te dio las directivas? Asintió.

- Veremos cómo se va desarrollando, a medida que pasen los días. ¿Y el otro?

- Ya dijimos que no hay que preocuparse, no quiero que historias que se van gestando en el barrio, influyan en la escuela.

- Solo espero que no ocurra, lo que ya hemos estado viendo durante este tiempo en el barrio.

- Es tan polémico todo que no sé qué pensar.

- Solo me da pánico, lo que suceda. Cuando era pequeño, fui testigo. Son la muerte.

- Pero ya no existen desde hace mucho tiempo.

- Eso explican, aunque otros expresan que viven con otras identidades.

- Pronto podre irme del barrio, y de ésta ciudad. Éste lugar esta envenenado, como lo ha estado toda la vida.

- Te envidio. No puedo llevar a toda mi familia.

- Volveré a clases.

- ¡Suerte! – Se despide.

El turno de la hora de clase estaba comenzando. Un pequeño disturbio había ocurrido entre dos alumnos que se estaban peleando. Pude asistir a ello, desde unos metros. Dos profesores y el portero los separaron. No hacía falta enviarlos a la dirección. Al entrar en el aula, pude ver algunos disturbios, hasta que se calmaron. Estaba colocado del lado de la ventana mi pupitre. Fui hacia él. Muy cerca de mi mesa. Unas chicas hicieron un círculo.

- ¡Ay!... La nena tonta, ¿Otra vez triste? – Dice una de ellas –

- ¡¡Siempre así esa niña!! -

- ¡¡Alumnas!! – Ingresó el profesor –

Ambas volvieron a sus lugares, entonces me quedé estupefacto. Era la dama que en reiteradas ocasiones había visto. Si era ella, no podía ser otra. Estaba de perfil con su mirada gacha. Su cabello semi largo, su vestimenta negra, con un moño rosado. Su camisa blanca. Era la típica estudiante. Una pollera, y medias cortas con zapatos. Uniforme de una escuela privada. En su banco de mesa, figuraba tallado ¡Vete parca! ¡Das, mala suerte!. Ella parecía no querer ver ello, no obstante, su visión se centraba en la base de la madera profanada. Y su único ojo izquierdo, pues tenía su parche allí cubriendo el ojo derecho. El profesor empezó a dar la clase. Entre las materias, la indicada era matemáticas, en cuanto hacia cálculos. Se le había olvidado presentarme, por lo que muchos del alumnado me miraban como perdidos preguntándose ¿Quién era? Eso no me molestaba, pero la presencia de la chica si

me parecía un poco escalofriante, y no podía determinar ¿El por qué? El aura nos define, y si bien las auras del aula estaban extasiadas de agresividad, la falaz proveniente de ella era muy particular, pues no presentaba nada al respecto.

Al terminar la hora de la clase, intenté acercarme a ella, allí fue cuando el profesor Aquiles Riso, me convocó.

- Por favor alumno Octavio Couspide, pase al frente.

Todos me miraron extrañados. Al levantarme de mi asiento fui hacia la mesa del director.

- Olvidé darles la directiva. Desde hoy tenemos un nuevo alumno en el grado. Su nombre es Octavio Couspide. – Expresó, sin más retoricas, ni nada por el estilo – Ya puedes regresar a tu asiento. No olviden realizar las tareas para la próxima semana. – En cuanto dijo eso, cada cual estaba en su mundo privado. Algunos observaban mi caminar a mi asiento un tanto curiosos, con rostros de interrogante algunos, despreciativos otros. Fije la vista en la chica, pero no me prestó atención. También, varios vieron eso como título de molestia. Ello podría significar algo especial hacia mi persona.

En el recreo vi que ella se fue cuidadosamente, y pensé en seguirla. Se dirigía por el pasillo hasta el baño. Hasta allí pude seguirla, y no más de allí. Uno de los compañeros de la clase un tanto arrogante, me estaba siguiendo detrás.

- ¡Oye!..¡Nuevo!..¿Por qué tanto interés en esa chica?

- ¿Perdón?.. – Respondí confundido. – Mi nombre es Octavio – Le dije observando a los ojos sin quitarle la mirada con un tanto de enfado. –

- ¡Qué más da!...Te dará mala suerte, si sigues a la niña de un ojo..¡Je!..¡Je!

- ¿Y por qué lo mencionas? – Expresé con una pregunta. El ir y venir de los alumnos y alumnas confundía la situación hasta que alguien cruzó mi camino. Era un conocido de la clase del año pasado que repetía el año.

- ¡Ey!..¡Octavio..!..¡Qué bueno verte por aquí! – me saludó con una palmada en el hombro. Era Lionel. Mientras aquel sujeto que me confrontó, al verlo se fue, sin decir nada, ante otro de la división que lo venía a buscar. Entre tanto observé que la chica salía del baño y continuaba su trayecto. – ¡Octavio!,

¿Cómo te ha ido? – Me preguntó, mientras continuaba observándola.

- Ehh..¡Estem..! ¡Bien! ¡Supongo!

- Estas muy distraído, y miró a la dama que se iba. Trata de no serlo tanto por las razones que sean.

- ¿Qué quieres decirme?

- No es nada..Vamos a comprar una gaseosa, tenemos mucho de qué hablar.

- Si, como no. ¡Vayamos!

Inmediatamente fuimos al comercio interno que posee la escuela. Era un quiosco común y corriente. Me explicó Lionel los pormenores de la escuela, y como los últimos tiempos había cambiado mucho con el estricto cumplimiento de las normas del alumnado. Yo no recordaba muy bien cómo era la misma. Si bien habían pasado años de que estaba allí, siempre fue un completo cuidado en un principio, pero violento al fin. Lo que me pareció extraño, es que ciertos lugares y alumnos, nunca los había visto, ni siquiera cuando estaba en un grado superior. Era como si hubiese nuevos. Era como si todo fuese nuevo al fin y al cabo. Los alumnos, los profesores, el directorio. Los bancos de mesa, las sillas, las paredes. Los afiches. Todo estaba completamente cambiado de lugar, hasta llegué a creer que no era mi escuela. La que conocí antes del incidente, y eso tal vez fuera lamentable al respecto. Pude pronosticar que los cambios se realizan para mejoras de la escuela todos los años.

La última clase concluyó de forma satisfactoria, y decidí ir por la puerta que no era la principal. Allí se veía el campo de arbustos grandes de aquella dificultad de cimientos, y todo su florecimiento. Era un campo grande, y detrás una cancha de futbol que hacía las veces de pista de atletismo, para realizar actividades físicas. Una ventisca se avecinó desde aquel lugar casi descampado, y más allá hacia el cielo la terraza de la escuela. Desde aquel rejado de la baranda la figura de la chica de cabello semi-corto. En muchos lugares la había cruzado y no he tenido la oportunidad de poder conversar. Siempre parecía que alguien me interrumpía.

La observé por un largo tiempo. Estaba admirado por esa dama, y confundido a la vez. Di media vuelta, y me retiré del recinto hacia donde los árboles, y tomé un camino de salida a la calle. Al cruzar la vereda, me topé con unos estudiantes. Eran del aula de al lado. Subieron al mismo ómnibus que tomé, y se sentaron delante de

mí. Eran solo cinco minutos de viaje, no obstante con ello bastaba para enterarme de muchas situaciones. -

- ¿Te enteraste?

- ¡Sí!, Que tragedia. Fueron dos casos de muerte. Dicen que ella estaba allí.

- Es una bruja, siempre que sucede algo, está allí cerca.

- Los chicos eran de segundo año. Estaban saliendo de la clase, y fueron a la terraza. Dicen que uno tropezó con un cable flojo cortado y fue golpe eléctrico que lo lanzó al suelo dejándolo inconsciente hasta la muerte, y su compañero no quiso asistirlo, le dio temor, y bajo las escaleras a toda velocidad y desapareció. A los dos días, apareció ahogado en el rio. Hay un testigo que afirma que pudo ver que Mei, estaba en la terraza. Ella siempre va se posa en la baranda.

- ¿Y los policías que comunicaron? - Preguntó con dudas, e inquietudes serias. –

- Los policías interrogaron, sin embargo ya sabes cómo son las leyendas. Hasta ellos mismos le temen. Dicen que la familia Inosanto tiene vínculo con los artistas malditos de la casa abandonada.

- ¡Ahh!.. ¡¡¡No me asustes!!!

- Y no lo hago. Son las historias urbanas que recorren las calles.

- Y todos la maltratan a ella ¡Eso me da pena!...Pero bueno esta escuela siempre estuvo sujeta a bribones de clase alta que creen que pueden hacer lo que deseen.

- Lo hacen para culparla de los horrores que ocurren, supongo. – Pensó colocando su dedo índice en su boca.

- Me da miedo pensar que trama todo, si la molestan.

- No lo creo, si hubiera querido, ya hubiera ocurrido un desastre. Sin embargo lo curioso es que volvieron a suceder muchas cosas en el barrio.

- Es el viejo galpón. Ese recinto abandonado. Nadie quiere entrar allí. Pero te he dicho todas estas leyendas, como la del loco que mató a los cinco alumnos hace un año, y Mei estaba cerca de él.

- Esa si es una leyenda. Nadie dijo nada al respecto de ello.

- Mei Inosanto, la chica de un solo ojo, que trae consigo la desgracia – Expresó con tono macabro la escolar a su amiga que temblaba.

- Ella, la chica de un solo ojo, y un parche. Se llama Mei, Mei Inosanto. Las escolares se levantaron y descendieron en la parada siguiente, y luego de dos paradas, descendí yo. Me había dejado en una esquina el ómnibus. Caminé por el largo de la cuadra que se constituía como un sendero muy inhóspito. Nunca me ocurrió que pudiese a ser así. Y por alguna razón me detuve en la casa abandonada a la que las estudiantes llamaron el galpón de los artistas. Me consumió una voz que me nombraba, y sin dar vueltas me eché a correr sin pausa, hasta llegar a mi casa como si el terror me persiguiese ¿Qué rayos me ocurre? Y entré en mi hogar rápidamente, sin preguntármelo.

Sin saludar me escondí en el cuarto, ante la afección al reconocimiento de la casa abandonada, y memoricé cada espacio, con solo pasar por allí. Fue una aflicción que no duró lo suficiente para tener presente que hay algo en el barrio. Algo que está ocurriendo, en todo el perímetro desde su comienzo al final. La noche se convocó de manera tranquila, y solo pude disponer luego de cenar de los placeres oníricos; esos que se diferencian con la realidad. Y Mei, solo pensaba en ella en cuanto mis ojos se dormían por si solos.

Mei, está en su cuarto, y se quita su venda del ojo, para que todo alrededor fuera una forma diferente de lo que podemos ver.

- Es algo espeluznante, y a la vez cautivador - Glorifica ella en su cama. Su cuarto está repleto de dibujos de todo tipo. Dibujos de todo lo que puede ver. En cada uno de ellos, figuras, siniéstrales fenómenos que no se pueden explicar que abundan detrás de cada humano. Y siempre ante ello, una fisonomía superior que los dirige. Que los guía, hacia diferentes sitios.

Ella, recoge su teléfono móvil. Le gusta tomar fotos de los sitios a los que recorre, y las personas que están allí. En cada imagen, una similar sonrisa los invade. Es una sonrisa amplia, tal, que se expande hacia los pómulos como si sus rostros estuvieren operados. Gestos descarrilados de lo que realmente significa una expresión. Ahora Mei, deja el móvil. Está cansada de todo el día. Revisa en su anotador, y comienza a dibujar una de las fotos que ha tomado en el día de hoy. Supone que de ella se puede manifestar el arte. Se sienta en la silla de la mesa de trabajo, en medio de la oscuridad, con un velador que solo enfoca el papel y sus manos que comienzan a recrear el boceto.

- Dibujas muy bien Mei – Le dicen los recuerdos – Vas a lograr ser una gran artista, como toda la familia. –

Ella piensa en ello, en cuanto los trazos se van ampliando rigurosamente.

Mei se pasó horas en su mesa dibujando cada aspecto de lo que podía ver, hasta que se desmayó del cansancio. Su mano aún sostenía el lápiz cuidadosamente hasta caer en el suelo.

A la mañana siguiente desperté. Había tenido una somnolencia pesada. Mi desayuno estaba listo y no tardé en prepararme para otro día de escuela. Creí que mejor sería llegar temprano, así que resolví salir de casa, pero esta vez me dirigí por un camino distinto. Un desvío para evitar la casa abandonada. El solo hecho de pensar en ello me producía nauseas. El ómnibus llegó en tiempo y forma. Estaba vacío de personas prácticamente por ser un horario temprano de la mañana. Solo estaba el chofer y un trabajador nocturno que regresaba de su jornada laboral. Me coloqué contra las ventanas a ver pasar el paisaje. Solo eran cinco minutos nada más. Entre el reflejo de luz del día y la sombra del vehículo se dibujó el rostro de la chica a la que llaman Mei. Era mi imaginación, supuse. Al ver con claridad no pude evitar dar la vuelta y mirar a los asientos de mi izquierda. Allí estaba ella. ¿Pero no puede

ser? Estaba con un atuendo diferente. Un vestido corto, floreado. Me pregunto qué haría allí. Ella estaba insumida en un mundo totalmente distinto y no pude evitar querer preguntarle algo, pero el temor me venció. Llevaba su parche en el ojo. Al llegar a la parada siguiente ella fue a la puerta del medio, y yo a la del fondo. Ambos descendimos en la cuadra cercana a la escuela. Al bajar despacio se fue caminando hasta la entrada. Intrigado seguí sus pasos, detrás a unos diez metros. Ella entró por la puerta principal que ya se encontraba abierta. Y luego ingresé acechando. Aún no habían encendido las luces y solo podía denotarse la claridad del día en las ventanas del hall de planta baja.

- Se mueve muy rápido – Me dije. El silencio taciturno me mareó cuando escuche una voz al oído.

- ¿Por qué me sigues?

- ¿¿??....- Mis huesos se congelaron del pánico. Como si la espina quisiera escapar de mí.

Me dí media vuelta y no había nadie. Fui directo al aula del curso. La puerta estaba entreabierta. Se estaba aclarando el día. En el banco de la mesa del medio estaba Mei. Mei Inosanto. Vestida con su atuendo escolar de siempre.

- ¿?...No entiendo en el ómnibus, tenía otra ropa. Como deducción, pude determinar que se había cambiado de ropa en el baño. Aunque sería muy veloz de su parte por el tiempo. No me contuve en saludarla. Ella siquiera se percató de que hay alguien. Estaba dibujando. - ¡Hola!

Ella levantó la mirada. Por primera vez nos vimos.

- ¡Hola! – Saludó, sin cortar el flujo de su tarea.

Solo para romper el hielo resolví preguntar por su dibujo.

- ¿Qué dibujas?

Ella sin levantar la mirada respondió.

- Lo que veo en las personas.

- ¿Lo que ves en las personas?

- ¡Ejem!... – Confesó sin importancia de la plática. -

Solo me acerqué para ver su arte, y su dibujo era un arte muy sublime. Había captado un rostro humano y un paisaje peculiar a la perfección, sin embargo notaba una particularidad. Un aura indeseable detrás de esa persona. Un rostro configurado que reía de forma macabra. Eso me asustó. Y no quise preguntarle ante el temor. Fui directo a mi pupitre y el tiempo avanzó para ambos.

La luz del sol aclaró las penumbras. Los primeros alumnos ingresaron. El ruido estrambótico se oía sin cesar.

Un grupo de compañeras entraron y vieron asombradas que ambos ya estábamos. Comenzaron a murmurar en cuanto observaban con rostro de repulsión. Era como

considerar la basura en cierto punto. Eso me desagradaba. Sabía que estábamos en una escuela de mala muerte, y que todo era como la regla crucial de la jungla en la cual sobrevive el más fuerte. Pero no lo podía tolerar como Mei que lo padecía día a día, como si fuera que tenía asumido su condición de paria en el grupo. Me lamentaba por ello, así que solo me remití sin expresar palabra al paisaje de la mañana. Mei ya había dejado de dibujar y escondió uno de sus dibujos debajo del pupitre, pero Analice, lo encontró y se lo arrebató.

- ¿A ver que estaba dibujando la niña? ¡Wow! ¡Vean esto! – Dijo con repudio. Mei intentó hacer algo y tomar aquel extendiendo la mano como si su arte fuere inalcanzable. – ¡¡Alejate!! ¡Tonta!

- ¡Oh! Se acercó una compañera. Que horrendo – e hizo un bollo y lo arrojó al suelo. El profesor entraba en el aula y Mei se agachó a recogerlo sin nada que expresar más que un rostro lamentable.

No podía creer los eventos que vivía y cómo los vivía. La hora concluyó y llegó el receso de un recreo. Un conocido de otra división se me acercó a platicar.

- ¡Ey! ¡¡Octavio!!

- Hola – Dije, mientras comía una golosina.

- ¿Y te vas adaptando?

- ¡Ejem..! Recién es el segundo día.

- ¡Bien! – dijo. Mei salió del aula en una dirección al la planta baja. No pude evitar observarla – ¡Oye Octavio! Ten cuidado.

- ¿Cómo?

- Con ella y la señaló a Mei. Se dicen muchas cosas de ella.

- ¿Qué cosas de ella?

- Cosas como que da mala suerte. Que siempre produce tragedias. Hasta su forma es sombría.

- ¿Y tú lees crees?

- No es que les crea. Pero..

- ¿pero?

- Es muy extraño. Sabes que han muerto alumnos en diferentes años. En determinadas situaciones

- ¿Y qué tiene que ver ella? - Mantenía siempre la pregunta por sobre la tontería. – Es una chica que siempre la molestan. Si es así, ¿No deberían alejarse?

- Lo hacen para incomodarla. Quieren que se vaya de aquí. Como no la pueden expulsar, no dejan de hacer de su vida, un infierno

- ¿Es es cierto? – Pregunté esta vez asombrado.

- Es lo que dicen las leyendas urbanas de la escuela.

- Me parece terrible, lo que hacen. – El timbre de cierre sonó.

- ¡Bueno!. Debo irme. Nos vemos – Dijo saludando. -

- ¡Adiós!. – Respondí el saludo. -

Al entrar al aula y verla quise saber más de ella. Y me adentré en averiguar cada punto. Aunque fuese invasivo, el ser humano suele ser invasivo por sí mismo ante situaciones ajenas que conlleven un interés.

Al concluir la clase Mei no fijo la vista en ninguno de los elementos que la rodeaban. Cuando salió del aula recibió un empujón de una de sus compañeras. Ella casí que tropezó, aunque no se produjo un deceso al suelo, si, una venda de su ojo se desprendía. Intentó taparse, pero las primeras imágenes recopiladas de la información llegaron a su cerebro.

- ¡Santos cielo! Quiero irme de aquí – Expresó por sus adentros – Todos los días serán una pesadilla. Me pregunto, ¿Si hubiera sido mejor que fuera yo quien desaparezca? Que la muerte se digne a matarme de una vez por todas, antes que mate a todos. No quiero ver ello.

Mei comenzó a correr por el pasillo. Algunas estudiantes entre palabrerías se reían y sus imágenes se borraban y sus sonrisas se iban expandiendo. Cada una tramaba algo con la otra y viceversa. Solo era cuestión de tiempo se decía Mei. Era tan desagradable que no toleraba ver todo ese espectáculo, al salir en plena calle. Cada transeúnte riendo y pergeñando futuras maneras de liquidar a su oponente que estuviera en frente. Un caos agradable al extremo. Mei continuó corriendo. Tomó el ómnibus y pensó que podría ser el último que abordara al ver los rostros. Se cubrió con su cabello el orificio visual, suerte de agujero negro. Su respiración se iba dilatando. La agitación del oxígeno corrompía sus sistema, pero debía mantener la calma, solo ello.

Al descender se halló obligada a esperar a su madre. Había olvidado las llaves de su casa.

Estaba cerca de allí, y la ví. Ella de cuclillas sentada en una puerta de la casa tomándose las piernas y mirando al suelo. Yo que estaba en la vereda de enfrente, lo pensé y luego resolví ir a saludarla. Una señora llegó justo a tiempo. Mei la observó como una salvadora. Se incorporó y ambas en una ligera plática ingresaron a la casa.

- ¡Debes tener cuidado Mei! Deberías llevar otro parche ante la duda.

- Lo siento madre. No me percaté de que el elástico se quebraría.

- ¿Te molestaron hoy también? Ella asintió.

- Ven aquí. Mi chiquita tu eres diferente. No tienes por qué, cargar con éste peso. – Y la abrazó. Mei intentó lanzar alguna lágrima, aunque le era imposible. Tal vez de tantas cosas que ha perdido, perdió ello también.

Supe que Mei Inosanto vivía allí. No tan lejos de mi casa. Solo cinco minutos. Y me propuse saber sobre ella.

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