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Capítulo 5: Ajustándose a la Nueva Realidad

Narrado por Héctor

Una vez dentro de la prisión, la tensión del primer encuentro comenzó a disiparse lentamente. Rick nos condujo a través de un patio interior rodeado de altos muros de cemento, mostrándonos la organización que habían establecido en poco tiempo. A pesar del caos inherente de un apocalipsis zombi, su grupo había logrado crear algo que se aproximaba a un refugio seguro.

"Estamos todavía asegurando y limpiando algunas áreas," explicó Rick, señalando hacia uno de los bloques de celdas. "Cualquier ayuda con eso será apreciada."

"Entendido," respondí con un asentimiento, observando cómo mi propio grupo, Tomás y Ana, tomaban cuenta de nuestras nuevas circunstancias. Pude ver la determinación en sus rostros, el mismo reflejo de supervivencia que había mantenido nuestro trío unido hasta ahora.

Nos asignaron una tarea inicial: ayudar a reforzar las barricadas en el ala este de la prisión. Mientras trabajábamos, Carl, el hijo joven de Rick, se nos acercó con curiosidad. Aunque inicialmente reservado, su interés en nuestras historias del exterior comenzó a tender un puente entre nuestro pequeño grupo y los residentes de la prisión.

"¿Han estado fuera todo este tiempo?" preguntó Carl, mientras pasaba un saco de arena a Tomás.

"Así es," confirmó Tomás, devolviéndole una sonrisa fatigada. "Ha sido duro, pero hemos logrado mantenernos con vida."

La tarde se desvaneció en una serie de tareas y conversaciones. A medida que el sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo con tonos de naranja y rojo, Rick nos convocó a todos a una reunión en el comedor improvisado.

"Allí es donde compartimos lo que tenemos y planeamos para el día siguiente," explicó Carol, mientras nos guiaba hacia el lugar.

El comedor era una sala amplia, donde varias mesas habían sido dispuestas en filas. El grupo de Rick, compuesto por caras que reconocía de la serie de televisión y otras que eran nuevas para mí, nos recibió con una mezcla de cautela y esperanza.

Rick se adelantó, su presencia comandando atención. "Hoy tenemos nuevos miembros entre nosotros," comenzó, su voz resonando contra los muros de concreto. "Héctor, Tomás y Ana han decidido unirse a nosotros. Como todos aquí, ellos buscan seguridad y una comunidad."

Miradas curiosas y evaluadoras se dirigieron hacia nosotros. Sentí el peso de esas miradas, sabiendo que cada persona en esa sala había enfrentado horrores similares a los nuestros para llegar hasta aquí.

"Vamos a necesitar confiar el uno en el otro si vamos a sobrevivir," continuó Rick, y algo en su tono me dijo que él entendía, tal vez mejor que nadie, lo difícil que era poner esa confianza en otros en un mundo como este.

Después de la reunión, Daryl se acercó, su actitud un poco menos reservada que antes. "Si vas a estar por aquí, podrías unirte a mi ronda mañana," dijo, casi como si fuera una invitación a probar mi valía. "Veremos cómo manejas una ballesta."

"Acepto el desafío," respondí, la esquina de mi boca levantándose en una sombra de sonrisa. Era una oportunidad para demostrar mis habilidades y solidificar mi lugar en esta nueva comunidad.

Mientras me retiraba a la celda que ahora compartía con Tomás y Ana, reflexioné sobre la ironía de encontrar seguridad detrás de los barrotes de una prisión. En un mundo vuelto del revés, era paradójicamente apropiado. Con la promesa de un nuevo día lleno de posibilidades y desafíos, me permití un breve momento de esperanza antes de sumergirme en el descanso que tanto necesitaba.

La luz del amanecer se filtraba a través de las altas vallas de la prisión cuando me dirigí hacia el punto de encuentro que Daryl había mencionado la noche anterior. La prisión, con su constante zumbido de actividad y vigilancia, ya empezaba a sentirse menos como una cárcel y más como un bastión contra las caóticas fuerzas del mundo exterior.

Daryl estaba esperando, ballesta en mano, con una expresión que oscilaba entre la evaluación y la expectativa. Junto a él, había una segunda ballesta apoyada contra la pared de la torre de vigilancia. Al verme acercar, asintió con la cabeza, un gesto que indicaba que era hora de comenzar.

"Jamás he usado una de estas antes," admití, recogiendo la ballesta con un respeto cauteloso. Mis habilidades siempre habían girado en torno al combate cuerpo a cuerpo y el uso de cuchillos.

Daryl me mostró cómo cargarla y apuntar. "No es complicado," dijo, su tono sugería que la verdadera habilidad residía en la capacidad de mantener la calma y la precisión bajo presión. "Veamos qué puedes hacer."

Nos dirigimos hacia el pequeño campo de entrenamiento que habían establecido en uno de los patios traseros de la prisión. Unas cuantas latas estaban alineadas sobre una valla a distancia. Tomé la ballesta, apunté y, después de un momento de concentración, solté el disparo. La lata más cercana saltó hacia atrás, derribada por el impacto.

"No está mal para el primer intento," comentó Daryl, una sombra de sonrisa apareciendo brevemente en su rostro. Pasamos la siguiente hora disparando a varios objetivos, y con cada disparo, mi comodidad con la ballesta crecía.

Cuando el sol estaba ya alto en el cielo, Daryl finalmente bajó su arma. "Puedes manejarla," concedió. "Pero manejar una ballesta es la parte fácil. Lo difícil es saber cuándo y cómo usarla cuando realmente importa."

Asentí, entendiendo que la verdadera prueba no era simplemente acertar a un objetivo inanimado. "Estoy listo para aprender," dije, devolviendo la ballesta.

De vuelta en la prisión, el resto del día transcurrió entre diversas tareas de mantenimiento y fortificación. Rick me observaba de cerca, claramente evaluando mi integración y mi interacción con los demás miembros del grupo. Era consciente de su escrutinio, consciente también de que cada acción mía repercutía no solo en mi destino, sino también en el de Tomás y Ana.

Por la tarde, una alarma resonó abruptamente a través de la prisión. Un grupo de zombis había sido avistado acercándose a uno de los flancos menos protegidos. Sin hesitación, me uní al equipo de respuesta rápido que Rick había organizado.

Con la ballesta en mano, seguí a los demás hacia la ubicación del avistamiento. Los zombis ya estaban peligrosamente cerca de las barreras exteriores cuando llegamos. La tensión en el aire era palpable, cada uno de nosotros sabía lo que una brecha significaba.

El enfrentamiento fue intenso y rápido. Apuntar a los zombis en movimiento era considerablemente más desafiante que disparar a latas estáticas, pero la práctica de la mañana me había preparado bien. Cada disparo que realicé encontró su marca, ayudando a repeler la oleada con éxito.

Al caer la noche, con la amenaza temporalmente neutralizada, Rick se me acercó, su expresión una mezcla de aprobación y alivio. "Hiciste bien hoy, Héctor. Estoy empezando a ver que realmente puedes ser una parte valiosa de este lugar."

Gracias a la aceptación tácita de Rick, sentí un peso levantarse de mis hombros. Aunque el futuro era incierto y los desafíos eran constantes, comenzaba a sentir que, quizás, habíamos encontrado no solo un refugio sino también una nueva casa.

La luz del amanecer se filtraba a través de las altas vallas de la prisión cuando me dirigí hacia el punto de encuentro que Daryl había mencionado la noche anterior. La prisión, con su constante zumbido de actividad y vigilancia, ya empezaba a sentirse menos como una cárcel y más como un bastión contra las caóticas fuerzas del mundo exterior.

Daryl estaba esperando, ballesta en mano, con una expresión que oscilaba entre la evaluación y la expectativa. Junto a él, había una segunda ballesta apoyada contra la pared de la torre de vigilancia. Al verme acercar, asintió con la cabeza, un gesto que indicaba que era hora de comenzar.

"Jamás he usado una de estas antes," admití, recogiendo la ballesta con un respeto cauteloso. Mis habilidades siempre habían girado en torno al combate cuerpo a cuerpo y el uso de cuchillos.

Daryl me mostró cómo cargarla y apuntar. "No es complicado," dijo, su tono sugería que la verdadera habilidad residía en la capacidad de mantener la calma y la precisión bajo presión. "Veamos qué puedes hacer."

Nos dirigimos hacia el pequeño campo de entrenamiento que habían establecido en uno de los patios traseros de la prisión. Unas cuantas latas estaban alineadas sobre una valla a distancia. Tomé la ballesta, apunté y, después de un momento de concentración, solté el disparo. La lata más cercana saltó hacia atrás, derribada por el impacto.

"No está mal para el primer intento," comentó Daryl, una sombra de sonrisa apareciendo brevemente en su rostro. Pasamos la siguiente hora disparando a varios objetivos, y con cada disparo, mi comodidad con la ballesta crecía.

Cuando el sol estaba ya alto en el cielo, Daryl finalmente bajó su arma. "Puedes manejarla," concedió. "Pero manejar una ballesta es la parte fácil. Lo difícil es saber cuándo y cómo usarla cuando realmente importa."

Asentí, entendiendo que la verdadera prueba no era simplemente acertar a un objetivo inanimado. "Estoy listo para aprender," dije, devolviendo la ballesta.

De vuelta en la prisión, el resto del día transcurrió entre diversas tareas de mantenimiento y fortificación. Rick me observaba de cerca, claramente evaluando mi integración y mi interacción con los demás miembros del grupo. Era consciente de su escrutinio, consciente también de que cada acción mía repercutía no solo en mi destino, sino también en el de Tomás y Ana.

Por la tarde, una alarma resonó abruptamente a través de la prisión. Un grupo de zombis había sido avistado acercándose a uno de los flancos menos protegidos. Sin hesitación, me uní al equipo de respuesta rápido que Rick había organizado.

Con la ballesta en mano, seguí a los demás hacia la ubicación del avistamiento. Los zombis ya estaban peligrosamente cerca de las barreras exteriores cuando llegamos. La tensión en el aire era palpable, cada uno de nosotros sabía lo que una brecha significaba.

El enfrentamiento fue intenso y rápido. Apuntar a los zombis en movimiento era considerablemente más desafiante que disparar a latas estáticas, pero la práctica de la mañana me había preparado bien. Cada disparo que realicé encontró su marca, ayudando a repeler la oleada con éxito.

Al caer la noche, con la amenaza temporalmente neutralizada, Rick se me acercó, su expresión una mezcla de aprobación y alivio. "Hiciste bien hoy, Héctor. Estoy empezando a ver que realmente puedes ser una parte valiosa de este lugar."

Gracias a la aceptación tácita de Rick, sentí un peso levantarse de mis hombros. Aunque el futuro era incierto y los desafíos eran constantes, comenzaba a sentir que, quizás, habíamos encontrado no solo un refugio sino también una nueva casa..

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