Narrado por Héctor
El sol apenas empezaba a calentar el aire frío de la mañana cuando Ana y yo nos preparamos para seguir adelante. No había hablado mucho desde que decidimos seguir las huellas, pero en mi mente, el plan era claro: encontrar a quienes fueran y averiguar si representaban una amenaza o una oportunidad. En este mundo, nunca podías ser demasiado cuidadoso.
Mientras caminábamos, el sistema que regía alguna extraña parte de mi existencia en este mundo me alertó. Una pequeña vibración en mi mente, seguida de una notificación que sólo yo podía ver:
[Habilidad de rastreo ha mejorado a nivel 2]
Una sonrisa fugaz cruzó mi rostro. Esta era una de las pocas veces que agradecía tener este sistema. Rastrear no solo era útil; era esencial. Y ahora, mi habilidad para seguir el rastro de otros y anticipar sus movimientos estaba mejorando. Eso solo podía ser una ventaja.
Ana me observaba de reojo de vez en cuando. Sabía que ella se preguntaba sobre mi capacidad para lidiar con situaciones que a veces parecían anticipar. No le había dicho nada sobre el sistema. Era complicado y, francamente, no estaba seguro de que lo entendería o lo aceptaría. Este era mi asunto, mi ventaja.
Las huellas nos llevaron a través de un bosque denso. Los árboles aquí eran altos, sus copas formando un techo que apenas dejaba pasar la luz del sol. El suelo estaba cubierto de hojas y ramas, lo que hacía que el avance fuera silencioso. Perfecto para acercarse sin ser detectado, pensé, mientras seguía las marcas casi imperceptibles en el suelo.
De repente, Ana se detuvo y señaló hacia adelante. A través de los árboles, podíamos ver una pequeña cabaña de madera. Humo salía perezosamente de una chimenea improvisada. Alguien estaba allí.
Nos acercamos con cautela, moviéndonos de árbol en árbol. Cuando estuvimos lo suficientemente cerca, me agaché detrás de un tronco grueso y observé la escena. No había signos visibles de trampas o de una emboscada, pero eso no significaba que no las hubiera.
"¿Qué hacemos?" susurró Ana, su voz tensa.
"Evaluamos," respondí simplemente. No era hombre de muchas palabras, pero sabía que un buen cazador observaba antes de actuar. Y eso era lo que íbamos a hacer.
Pasamos los siguientes minutos en silencio, observando. Una figura finalmente apareció en la puerta de la cabaña, un hombre, alto y robusto, con una barba descuidada y una escopeta colgada al hombro. Miraba en nuestra dirección, pero no parecía vernos. Estaba alerta, eso estaba claro.
[Opción de interacción detectada]
El sistema en mi mente se activó de nuevo, ofreciéndome opciones.
1. Acercarse pacíficamente y hablar. 2. Observar más tiempo. 3. Preparar una emboscada por si la situación se vuelve hostil.
Miré a Ana, decidiendo. Mi instinto era ir directo al grano, enfrentar al hombre y determinar sus intenciones, pero sabía que Ana preferiría un enfoque más cauteloso.
"Vamos a hablar," decidí finalmente, eligiendo la primera opción. No me gustaban las complicaciones y, si podíamos resolver esto rápidamente, mejor.
Nos levantamos lentamente, con las manos visibles y sin armas en ellas. Caminamos hacia la cabaña, cada paso calculado para mostrar que no éramos una amenaza, aunque cada fibra de mi ser estaba lista para reaccionar si las cosas se ponían feas.
"¡Hola!" llamé cuando estuvimos a una distancia razonable. El hombre se sobresaltó, claramente no esperaba compañía. Su mano se movió hacia su escopeta, pero no la levantó.
"Venimos en paz," agregó Ana, su voz calmada y firme.
El hombre nos miró durante un momento que pareció eterno, evaluando nuestras intenciones como nosotros habíamos hecho con él. Finalmente, asintió lentamente, bajando su guardia un poco.
"¿Qué quieren?" preguntó, su voz ronca por el desuso.
Queríamos información, seguridad, quizás un aliado. Pero por ahora, empezaríamos con lo básico.
"Solo estamos buscando un lugar seguro y algo de información," respondí. "¿Podemos hablar?"
El hombre asintió otra vez, más relajado esta vez. Nos invitó a entrar en su refugio, marcando el comienzo de lo que podría ser una alianza beneficiosa o un nuevo desafío. Pero estaba listo, como siempre. Mi habilidad para adaptarme y responder había mejorado, y con el sistema guiándome, me sentía más preparado que nunca para enfrentar lo que viniera.
Narrado por Héctor
El interior de la cabaña estaba oscuro y húmedo, con un olor a madera vieja y tierra que se mezclaba con el humo de una pequeña fogata en el centro. El hombre, que se presentó como Tomás, había colocado varias latas abiertas alrededor del fuego, calentando lo que parecía ser una sopa espesa. Nos invitó a sentarnos en unos taburetes desgastados alrededor del fuego.
Ana aceptó con una sonrisa de agradecimiento y se sentó, mientras yo me mantenía de pie, observando. No podía permitirme relajarme completamente, no en este mundo y menos con desconocidos.
Tomás parecía entender mi cautela. "No todos los días recibo visitas," dijo, revolviendo la sopa con una cuchara de madera. "¿Qué los trae por esta zona?"
Ana comenzó a explicar, con cuidado de no revelar demasiado. "Estamos buscando un lugar seguro, quizás un asentamiento o una base. Escuchamos que podría haber una base militar operativa en el norte."
"Es cierto," asintió Tomás, sirviendo tres cuencos de sopa. "Pero no es fácil llegar allí. El camino está lleno de peligros, más de los habituales."
Mientras Ana continuaba la conversación, me quedé en silencio, observando y escuchando. El sistema en mi mente se activó discretamente, como siempre lo hacía en momentos clave.
[Análisis de entorno aumentado a nivel 3]
Una ola de percepción ampliada recorrió mi cuerpo, y de repente, los detalles del refugio de Tomás se volvieron más claros. Pequeños signos de vida más allá de lo obvio, como marcas recientes en el suelo que indicaban la presencia de más de una persona y suministros que sugirían preparativos para un viaje.
Tomás nos observaba con curiosidad, esperando mi participación. "¿Y tú, amigo? No has dicho mucho," comentó, con un tono que no podía decidir si era amigable o sospechoso.
"Miro, escucho," respondí simplemente. Era la verdad. "Y decido si podemos confiar en alguien o no."
Ana me lanzó una mirada rápida, un recordatorio silencioso de que debía ser diplomático. "Lo que Héctor quiere decir es que somos cautelosos, como todos en estos días. Pero también sabemos que trabajar juntos puede ser la única forma de sobrevivir."
Tomás asintió, comprendiendo. "La prudencia nunca está de más," dijo. "Si están dispuestos a compartir el camino, puedo guiarlos hacia la base. Estoy planeando dirigirme allí mañana."
[Opción de misión actualizada]
1. Aceptar la oferta de Tomás y prepararse para partir. 2. Rechazar y seguir por cuenta propia.
Elegí la primera opción sin vacilar. Tomás podría ser útil, y su conocimiento de la ruta era invaluable. "Partimos al amanecer," dije, decidiendo por ambos. Ana asintió, confiando en mi juicio.
Pasamos la noche en la cabaña, tomando turnos para vigilar. Mientras Ana dormía, reflexioné sobre el sistema que me guiaba. Era mi secreto, mi ventaja. Nunca había revelado su existencia a nadie, y no planeaba empezar ahora. Me preguntaba a veces si era una bendición o una maldición, pero en este mundo, cualquier ventaja era vital. Y esta era mía, solo mía.
Al amanecer, nos preparamos para partir. Tomás había empacado sus cosas rápidamente, y juntos, salimos de la cabaña. El aire fresco de la mañana llenaba mis pulmones y reafirmaba mi determinación. Este era un mundo cruel, pero mientras más sabía, mientras más podía prever gracias al sistema, más fuerte me sentía.
[Nuevo objetivo: Llegar a la base militar con Tomás y Ana.]
Miré hacia el horizonte, hacia el norte, hacia nuestro destino. Con cada paso, me sentía más preparado para enfrentar lo que viniera. Mi sistema, mi secreto, era mi escudo y mi espada en este caos. Y con Ana y ahora Tomás a mi lado, quizás también hubiera un atisbo de esperanza.