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—¿Qué mierda acabo de ver? —exigió Cordelia.
—Lenguaje, Cordelia —regañó instintivamente la Reina Lavinia, pero no puso énfasis. Después de todo, acababa de presenciar una escena más sangrienta que el nacimiento de todos sus niños juntos.
—Oh, lo siento, quiero decir, ¿qué mierda voladora acabo de ver? —exclamó Cordelia, esta vez en voz más alta, con los ojos desorbitados al observar el rastro sangriento que dejó el rey Atticus. —¿Está loco ese hombre? ¡Acaba de arrancarle el ala al grifo como si estuviera despedazando un pollo!
—El dolor hace que la gente haga cosas extrañas —respondió la reina Lavinia, pero había una nota de inquietud en su voz. La brutalidad del rey Atticus la había conmocionado hasta la médula. Había derramado sangre sin importarle su anfitrión. Además, había infligido una herida tan viciosa y cruel a alguien de su propia fiesta.
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