—Toma mi mano…
—Toma toda mi vida también…
Su voz lo envolvió como suaves y aterciopeladas olas acariciando su piel. Las palabras que salían de sus labios no eran meramente las de una canción. Estaban impregnadas de puro, descarnado sentimiento y cruda emoción, acorazándolo en un capullo de dicha. Miles de estrellas parecían haber encontrado hogar en sus ojos y brillaban tan brillantemente, centelleando, deslumbrando, iluminándolo mientras ella mantenía su mirada.
En ese momento, ella era como el sol brillando fuertemente esa noche. Su propio sol.
Alex podía decir que ella estaba declarando su amor por él, pero al mismo tiempo, podía ver en sus ojos una súplica.
Su corazón estaba en caos y también lo estaba su mente. Esa fuerte sensación de déjà vu lo golpeó de nuevo. Las imágenes de una mujer sentada al piano, vistiendo un hermoso vestido blanco, comenzaron a aparecer en su cabeza, pero no podía distinguir su cara, y al igual que Abigail, ella estaba tocando esta canción.
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