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Cumpleaños

Al día siguiente, es Ai quien recibe el piercing. Me lo agradece con sus enormes pechos. Sus ojos marrones mirándome como no soy capaz de resistir. Su vagina estrujándome con pasión.

Resulta curioso buscar el piercing cuando la beso. El tacto metálico. El contraste con su húmeda lengua.

Pasa un día hasta que vuelvo a tener a Ken en mis brazos. Está muy agradecida. Por ella. Por sus amigas.

–Ji, ji. Heng se ha enfadado conmigo– explica divertida.

–¿No me digas que al final se la jugaste con esas dos pervertidas?– la acuso.

La verdad es que lo insinuó. Heng igual se iba a negar. No quiere deberme más.

–Estaba muy mona enfadada. Aunque más de vergüenza que de otra cosa. Je, je. Le pedí que me acompañara. Liu'er y Lang'er la metieron en su cabaña a traición. Ji, ji– se ríe.

Así que al final hicieron eso. La cogieron entre las tres. Y le metieron el piercing.

–Malvadas– la acuso, soplándole en la oreja. Apretando su pecho.

–Es por su bien. Es muy tozuda. Al menos, no se resistió cuando se dio cuenta de que no tenía escapatoria. Le dijimos que podía tirarlo si no lo quería. No tiene más remedio que aceptarlo. Gracias, Kong– me besa otra vez.

Heng no es una de mis amantes. Pero muy amiga de las chicas. En especial de Ken. Aunque también de Shu y Ai. Y de Liang, Song y Shi. ¿Cómo no iba a pedir un piercing para ella?

Le he puesto esta mañana uno a Chen también. Es un buen amigo. No habrá más por ahora. Tampoco puedo permitirme ponerles a todos. Además de que sería excesivo. Más fácil de que nos descubrieran. Si bien no hemos hecho nada de lo que nos puedan acusar, podrían quitárselos.

Cuando se lo cuento a las chicas, se ríen bastante. Dicen que ellas hubieran hecho lo mismo. Reiteran que Heng es muy tozuda. Lo hacen con cariño y nostalgia.

Es una lástima que no tenga más ideas para financiar a Yan Xiulan. Aparte de acabar los brazaletes. Para todas mis chicas. Y los estudiantes. Aunque parece que ha conseguido suficientes fondos para una temporada. Mis pervertidas decían que estaba entusiasmada.

Así que le han hecho prometer que no irá al mercado a comprar materiales sin mí o sin ellas. No sabe regatear. Es demasiado tímida para ello. Aunque Wan también es algo tímida y no tiene problemas. Una tímida un tanto pervertida. Sin duda, Ning es una mala influencia. Ayer las follé juntas. Solo pedían más. Las dos. ¿Quizás yo también soy una mala influencia? A quién le importa.

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Después de las copias, voy al mercado a buscar el pastel. De paso, doy un paseo con Pen y Fen Huan. Sabiendo que está con Pen, Meixiu dijo que podía venir a la fiesta si quería. Pero ha preferido no ir. No las conoce. Y Da Ting es una persona importante. Bueno, no la voy a tratar diferente por ello. Se enfadaría. O peor, se entristecería.

Pen compra unas pinzas y una mordaza. Renueva su stock de velas. También compran una ropa interior de piel. Las bragas tienen una cremallera. Los sostenes agujeros para los pezones. Son para Fen Huan. De una talla menos. Para que le aprieten. ¿Esto lo vendían aquí?

Ahora me entero de que en la tienda de ropa hay una sección especial. Solo para quien lo pide. Fen Huan gime cuando se lo prueba. Se la dejamos puesta. Incluidos consoladores en sus dos agujeros. A pesar de lo cual anda normal. Quizás un poco tensa. Sobre todo cuando la pellizco.

La vendedora nos ha mirado de una forma rara. Debe de creer que somos unos pervertidos. Ahora que lo pienso, quizás tenga razón. Aunque no es algo de lo que tengamos que avergonzarnos. Y menos si nuestros rostros están tapados.

Nos quedamos a comer en un restaurante. Sirven carne de bestias de nivel seis de Génesis. Mi pie de vez en cuando en la entrepierna de Fen Huan. Tiene prohibido hacer una sola mueca. Pen la pellizca. Puede que le clave algo.

No es hasta que volvemos que me suplica que la folle. No puede más.

–¿Has mojado las bragas nuevas? ¡Maldita zorra!– la insulta Pen.

Así que le damos lo que pide. Sexo y dolor. Y luego sigo con Pen.

Las dejo descansar. Quedamos que pasaré a buscar a Pen por la tarde. Me marcho a mi cabaña.

—————

Hay alguna mirada curiosa cuando entro. A algunos ya les soy familiar. Supongo que se preguntan por qué vengo con una chica que no conocen. No les incumbe.

Meixiu nos lleva al despacho de Da Ting. Está un poco diferente. Adornado. Algunos muebles movidos. El lugar para el pastel reservado. Y más comida de la que compramos. Me explican que la han hecho ellas. Con la ayuda de una de las cocineras de la facción.

–Parece sabroso– se acerca Dandan al pastel.

–Plas– se oye el golpe.

–¡No lo toques!– la regaña Sai.

–No hacía falta que me pegaras…– se queja Dandan, inflando sus mejillas, como agraviada. Frotándose la mano.

An mira sin moverse. Había hecho la misma intención de pasar un dedo y probarlo. Ya no se atreve.

–Ja, ja. Siempre igual– se ríe Pen, abrazándola.

Las abraza a todas. Luego voy yo. Quizás un poco más indecente.

–Ah. Kong. Malo. No puedes hacer eso cuando este Ting'er– protesta An.

–Ah… Un poco más…– pide Dandan.

–Pervertido– me acusa dulcemente Sai.

Meixiu se deja hacer. Obediente. Apasionada. Lástima que todavía quede tanto para la próxima sesión. Se me va a hacer largo.

Las felicito por haber subido. Sai a seis. Dandan y An a cinco. Todavía tienen que acabar de estabilizar su cultivación. Pero una fiesta sorpresa no es un problema.

Estamos un rato charlando. Con Sai vigilándonos para que no comamos nada. Amenaza con atarnos. De repente, se apagan las lámparas de qi.

Es cosa de la maestre ilusoria. Sai le pidió ayuda. Y accedió. Meixiu y Jiao estaban asombradas y algo atemorizadas. Me han asegurado que nunca les ha hecho nada. Pero están acostumbradas a que ver como todos la tratan con sumo respeto, incluso miedo. A excepción de Da Ting. Y ahora de Sai, Dandan y An. 

Se oyen paso. Y voces.

–No entiendo para qué la maestra me ha llamado antes. Y por qué me ha echado ahora. Solo me ha hecho respirar. Sentada. ¿Habrá algo malo en mi cultivación?– dice Da Ting, preocupada.

–Seguro que no, te lo habría dicho. Debía querer comprobar que todo iba bien– responde Jiao.

Su voz se ve nerviosa. Sabe la razón. No está acostumbrada a ocultar nada. En especial a su ama.

–Supongo… ¿Eh? ¿Por qué no hay luz? Juraría que la dejé encendida– se sorprende Da Ting.

–Quién sabe… ¿Igual Meixiu estaba limpiando y la ha apagado al salir?– sugiere Jiao.

–Puede…

–––¡¡¡Feliz cumpleaños!!!––– la felicitamos todos a la vez.

Añadimos qi al mismo tiempo para encender las luces. Da Ting nos mira con los ojos muy abiertos. Se queda paralizada. Sin saber qué decir. Jiao sonríe a su lado.

Medio riéndose, las chicas van hacia ella. Yo las sigo.

–¿Cómo lo habéis sabido…? ¿Cuándo…?– alcanza a preguntar.

Devuelve los abrazos casi como reflejo. Sus ojos se humedecen. No tardan las lágrimas en brotar. La consuelan entre palabras dulces y risas.

–Es una fiesta de cumpleaños, no un funeral– sonríe Dandan.

–Yo… Lo sé… Pero… Nunca…– balbucea algunas palabras.

Nunca ha tenido un cumpleaños. Su maestra nunca lo celebró antes. Aunque si colaboró con las chicas para este. Sin llegar a venir. Aunque probablemente su presencia hubiera resultado un tanto incómoda. Incluso para Sai y sus hermanas. Si bien pueden pedirle el favor de que les ayude con el cumpleaños, la respetan mucho. No es una amiga. Es su maestra también. Una figura de autoridad.

–Felicidades– la felicito el último. Cuando ya se ha calmado un poco.

–Gra… Gracias… Debes de pensar que soy estúpida por llorar…– parece sentirse abochornada.

–Claro que no. Lo extraño hubiera sido lo contrario– le aseguro –. Solo disfruta de la fiesta. La han preparado para ti.

–¡No te hagas el humilde! ¡Kong también ha ayudado!– exclama Dandan.

–Solo compré algunas cosas con Pen– me niego a que me den crédito.

–¿Te parece poco? Hubiera sido imposible sin ti– me alaba Jiao.

–No te vas a escapar tan fácil– se ríe Pen.

–Eh, tú estabas conmigo. También has colaborado– la acuso.

Da Ting se ríe. Y las otras también. Más relajadas al verla reír. Luego la llevan hasta la tarta. Y encienden la velas. Con qi.

–¿Tengo que apagarlas?– pregunta extrañada.

–Sí. Es una costumbre curiosa. Todas a la vez. Vamos a examinar tu dominio de qi. No nos hagas quedar mal– la reta An, divertida.

–¡Lo haces para ponerme nerviosa!– la acusa Da Ting.

–Por supuesto– ríe An.

Cabe decir que las apaga a la perfección. Si no se apagan todas a la vez, el qi se propaga a las demás desde la encendida. Es una costumbre curiosa. Jiao lo ha demostrado antes. Solo ha tenido que encender una.

–¡Muy bien!

–¡No esperábamos menos de la primera discípula!

–¡Impresionante!

–¡Dejad de burlaros!– se queja Da Ting.

Sus quejas solo generan risas. Y más cuando le hacen cortar el pastel y servirlo. Bromean criticándola porque los trozos no son exactamente iguales.

–Son unas dictadoras– se me queja cuando me trae el pastel.

–Que te quieren mucho– susurro.

Ella sonríe. Sonrojándose un poco. Mirándolas. Parece feliz.

Le regalan unos lazos que han hecho ellas mismas. Son solo un detalle. Que la hacen muy feliz. Las abraza a todas. A mí está a punto. Se sonroja al darse cuenta. Me hace una leve reverencia y se marcha con las demás. Ellas se ríen.

Aunque no tiene tantos miramientos cuando competimos. Es un juego de construcciones con qi. Hay que completar una esfera con qi. A la vez que atacas la del rival para retrasarlo.

Mi control de qi es muy superior al de las chicas. Así que he llegado a la final. A pesar de sus quejas. Y de sus trampas. Todas contra mí. Tocándome. Soplándome. Dejando a Da Ting completarla. Me ha costado ser segundo.

Para mi sorpresa, el control de qi de Da Ting es realmente extraordinario. No en vano es la discípula primera. Todas la abrazan cuando me vence en un uno contra uno. Y me sacan la lengua. En venganza por haber perdido. Rencorosas. Son adorables.

Ha sido una tarde divertida. Da Ting ha llorado varias veces. Y nos ha dado otras tantas las gracias. Se ha divertido como una niña. Que es lo que es. Bueno, ya tiene quince. Así que ha insistido varias veces que ya era adulta. Las demás se burlaban de ella.

—————

–Estaba muy contenta. Ha valido la pena. ¿Debería hacer uno para Fen Huan?– pregunta Pen.

–Yo de ti, iría con cuidado con lo que preguntas. Si se enteran dos que yo me sé, no habrá marcha atrás– la aviso.

–Ja, ja. La pregunta es si invitar a Yan Xiulan y Ye Bi. O hacer algo más sensual– dice en voz baja.

–Siempre habrá tiempo para una segunda ronda– sugiero en su oído.

Ella sonríe. Se lo está pensando. Ya me dirán algo. Si quieren. No es que sea mañana.

–Lo que no sé es cuando son los de las demás. Tendré que investigar. El tuyo no debes saberlo, ¿verdad?– me pregunta.

–Ni idea. Así que me libro– le saco la lengua.

–Ya veremos…– me amenaza.

De repente, nos paramos. Nos quedamos inmóviles. Estamos cerca de salir del edificio donde residen Da Ting y las demás. No les hemos dejado que nos acompañen. Conozco el camino. Y tienen que recoger. Además de hacer compañía a Da Ting un rato más. A nosotros, no nos han dejado quedarnos. Nos han echado cuando queríamos ayudar.

Nos detenemos a la vez. Por la sorpresa. Un poderoso qi nos envuelve. Resulta abrumador. Tengo la sensación de que nos podría matar como si fuéramos insectos. Pero no es hostil. Más bien cálido. Acogedor.

Tal y como ha venido, se va. Aunque antes pasa por mi boca. Me fuerza a cerrarla. A apretar los labios. En mi mano, aparece un pequeño objeto esférico. Puedo sentir el aroma medicinal. Resulta tentador. Mi cuerpo parece querer absorberlo. Es una píldora. Aunque no sé de qué tipo.

Me giro hacia Pen. Ella está mirando su mano. Hay otra píldora. Me da la sensación de que es similar a la mía. Aunque menos potente.

Alza la cabeza y me mira. Confusa. Asombrada.

–¿Cómo? ¿Quién? ¿Por qué?– pregunta.

No lo sé. Ni idea cómo lo ha hecho. Aunque ha sido alguien poderoso. Cuyos métodos van más allá de lo que podemos comprender.

¿Quién? Solo se me ocurre una posible respuesta. La maestre ilusoria. La maestra de Da Ting y las tres hermanas. Estamos en su dominio. Tiene que ser ella.

¿Por qué? Quién sabe. ¿Quizás por haber venido al cumpleaños? Me parece que no. Estas píldoras son demasiado valiosas. ¿Quizás también por ir al mercado con ella? Me es imposible saberlo. Aunque sin duda, es un regalo. No hay maldad. Más bien lo contrario.

Me encojo de hombros.

–Mejor lo hablamos luego. Déjame que te la guarde. Mejor que nadie las vea– le propongo.

Ella asiente. Me la da. La pongo en el anillo. Es suficiente.

Ni siquiera ha dudado. Confía en mí. La cojo de la mano. Ella sonríe. Sin resistirse. Entrecruza sus dedos con los míos. Nos vamos.

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