El anciano de la túnica blanca estaba atónito. Nunca esperó que alguien realmente lo mandara de un lado a otro.
—¿Quién era él? ¿Cómo podía un mocoso ordenarle que viniera y fuera a su antojo?
—«¡Insolente mocoso!»
—«¿Quieres morir?»
La expresión del anciano de la túnica blanca era sombría. Parecía enfadado, pero no tomó medidas. Su actitud era muy extraña.
No miró siquiera el cadáver de Hun Dao. Era como si el que había muerto no fuera un miembro de la Raza del Alma, sino más bien algún forastero. Sin embargo, las palabras de Ye Chen lo habían provocado.
Al lado, los dos guardianes de la familia Dugu, el Tío Zheng y el Tío Li, dejaron de luchar.
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