Keeley se despertó con un montón de pelo en la boca. Tosió mientras trataba de sacarlo todo, al final tuvo que quitar los pedazos de su lengua con la mano.
Su gato rescatado Molly, un peludo flame point de ocho años, le lanzó una mirada ofendida por haber perturbado su descanso antes de saltar de la cama y alejarse con su cola en forma de cepillo levantada.
Molly había sido una sorpresa. Keeley nunca tuvo mascotas mientras crecía porque su padre era alérgico y Aaron no quería que los animales arruinasen sus costosos muebles, así que tampoco sucedió en aquel entonces.
Un lluvioso día de primavera durante el primer año de su doctorado, Keeley caminaba a casa desde la tienda de conveniencia para comprar vendajes cuando escuchó un horrible sonido gutural proveniente de una alcantarilla cercana.
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