Al terminar de hablar Jasper, la habitación se sumió en un silencio inquietante. El único sonido audible era la respiración pesada de los tres hombres, cada uno esperando ansiosamente a que alguien más hiciera el siguiente movimiento. Las tensiones estaban al límite, amenazando con desbordarse en cualquier instante.
La expresión de Pablo era pensativa mientras consideraba las palabras de Jasper. Lo miró con el ceño fruncido, su sospecha aún presente, pero su interés despertado. Tras un momento de deliberación, habló, su tono mesurado —Ya veo. Eso tiene sentido. Ella ha estado contigo estos últimos días, lo que explica por qué no pude encontrarla. Interesante. Asintió pensativo, su mente trabajando a toda máquina.
A pesar de su molestia por ser superado por la astucia de Jasper, Pablo no podía evitar sentir una pizca de admiración por la astucia del hombre. Sin embargo, su orgullo no le permitiría admitir la derrota tan fácilmente.
—Quiero que la liberes —exigió Jasper.
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