—Abigail no pudo contener sus lágrimas al salir del edificio y subirse al coche. A pesar de sus esfuerzos por contener sus emociones, su dolor era abrumador. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras miraba por la ventana del coche.
—El conductor, mirándola a través del espejo retrovisor, preguntó con preocupación:
—¿Está bien, señora?
—Lléveme a casa —dijo con voz ronca—, lanzando una última mirada hacia el edificio donde había tenido el inquietante encuentro.
—Su corazón se desgarraba al recordar las palabras de Nancy. A pesar de su inquebrantable fe en Cristóbal, estaba preocupada por las ideas e imágenes inamovibles de él buscando refugio en el abrazo de Nancy. Su mente evocaba varias imágenes terribles que amenazaban con destruir su fe en él.
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