Tom sonrió mientras miraba a Jamal, quien estaba sentado al borde de la cama observándolo tomar un sorbo del vaso de jugo frío mientras le contaba todo acerca de su día.
Jamal había insistido en que Lucy le masajeara el pie, pero Tom se había negado juguetonamente, sin querer poner a Lucy en una situación incómoda.
—Volveremos a casa después de que el abuelo se recupere —anunció Jamal, y la sonrisa desapareció tanto de la cara de Lucy como de Tom.
—¿Ya? —preguntó Tom, y Jamal asintió con la cabeza.
—Te voy a extrañar —dijo Lucy, y las cejas de Jamal se juntaron.
—Yo también te extrañaré. No quería dejarte, pero mamá dijo que tenemos que irnos. Tenemos que regresar a la escuela y tenemos que estar en casa cuando regrese la Tía Andy —le dijo Jamal a Lucy con un suspiro triste.
—Tu mamá tiene razón —dijo Lucy en voz baja.
—No tienes que preocuparte, podemos visitarte, y siempre puedo hablar contigo por teléfono —prometió Jamal, y Lucy sonrió.
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