Cielo fue a la casa de Zamiel pero no pudo encontrarlo allí. Preguntó a su criada Helena dónde estaba, pero Helena no lo había visto desde ayer. Cielo llamó a Ilyas para que la ayudara a encontrar a Zamiel, pero Ilyas tampoco pudo encontrarlo.
Fue extraño.
—Quizás fue debajo del océano —ella dijo.
—Iré a averiguar —dijo Ilyas.
Pero volvió con malas noticias.
—No, no fue —comentó él.
—Entonces, ¿dónde está? —preguntó, confundida.
—Quizás no quiere ser encontrado por un tiempo —dijo Ilyas pensativo.
Cielo negó con la cabeza. Eso no parecía ser de Zamiel. Siempre había podido encontrarlo.
—¿Le pasó algo? —se preguntó en voz alta.
—No creo que nadie pueda hacerle nada —Ilyas frunció el ceño.
Cielo todavía tenía un mal presentimiento. Volvió a casa para esperar y ver si aparecía. Tal vez simplemente quería tener algo de tiempo a solas. ¿Estaba enojado con ella? ¿Estaba triste? ¿Cambiaron de opinión sobre la boda?
Él había sugerido escapar.
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