Zamiel caminaba por las oscuras calles mientras la lluvia caía sobre él. No le importaba mojarse ni el viento helado que azotaba su pelo en su rostro. Podría teletransportarse de regreso a su casa, pero disfrutaba del paseo. Le ayudaba a aclarar su mente ahora que sus pensamientos e incluso sus sentimientos eran un completo caos.
El Cielo.
El Cielo lo salvó del infierno.
—Rió cínicamente para sí mismo. Si había una buena razón para matar a su padre, sería porque la llamó Cielo. Sentía como si se estuviera burlando de él. Salvado por el Cielo para vivir en otro infierno. Y ella, el Cielo, era su principal torturadora.
¿Por qué le afectaba tanto? La forma en que suplicaba por su familia le recordó a la suya. Pero cuando él suplicó, nada cambió. Nada podría traer de vuelta a su familia.
Extendió su brazo y quitó el trozo de ropa de la herida. Había sanado. Parecía que solo le dolía en su presencia. ¿Qué le había hecho ella?
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