—¡Zarin! ¡No hagas eso! —regañó antes de que pudiera siquiera verlo.
Su amigo de la infancia, Zarin, probablemente era la criatura más molesta que jamás haya existido.
Cielo agarró su bata y se cubrió rápidamente.
—¿No puedes llegar como un humano normal? —preguntó, volviéndose hacia él.
Él se apoyaba en la pared junto a su cama con las manos en los bolsillos. Lentamente, una sonrisa maliciosa se hizo camino hacia sus labios al verla irritada. Después de todo, eso era lo que le gustaba hacer.
—Excepto que no soy un humano normal —le recordó.
Ignorándolo, continuó. —Ya no somos niños. No puedes venir aquí como te plazca. Esta es la habitación de una dama ahora.
Zarin miró alrededor, fingiendo estar sorprendido. —¿Una dama? ¿Dónde está la dama?
Hirviendo de ira, Cielo le lanzó una almohada. Falló, lo que hizo que él se riera.
—Ah, ¿tú? ¿Cuándo te convertiste en una dama? —continuó burlándose.
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