—¿Está muerto?
—No. Está vivo, pero pobre alma, ¿qué le ha pasado?
—¿Dijiste que salió arrastrándose del pozo?
—Sí.
—Eso es imposible.
—Es cierto madre. Lo vi, parecía un monstruo.
Lucian podía escuchar las voces, pero apenas podía hablar o moverse. No podía ni siquiera abrir los ojos para ver a las personas que hablaban de él. Salir arrastrándose del pozo había consumido la última cantidad de fuerzas que le quedaban.
—Está respirando.
Lucian pudo sentir a alguien tocándolo, incluso tratando de levantarlo.
—¡Ayúdame! Debemos llevarlo a casa y cuidar de él.
—No podemos llevarnos a un extraño a casa.
—¿Estás sugiriendo que lo dejemos aquí para que muera?
Estuvo en silencio por un momento. —No lo pensé así. Ahora ayúdame.
A medida que más manos comenzaban a agarrarlo, las voces se volvían lentamente distantes antes de desaparecer por completo y él se sumergió en la oscuridad a la que ya estaba acostumbrado.
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