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La ira de su esposo

—Pequeño conejito, ¿qué es ese sonido? Está jodiendo mis oídos, ¡cállate! —Pink gruñó molesta mientras el gruñido del estómago de Jeslyn perturbaba su pacífico sueño.

—No puedo controlarlo —dijo en un tono pequeño y vergonzoso.

—¿No me digas que tienes hambre? —preguntó Pink.

—Jejeje... —Jeslyn rió incómoda.

—Así que, ¿pequeño conejito es mortal? Pensé que eras inmune a la comida. Te lo mereces. Esto te enseñará a dejar de dejar que otros te intimiden para que les des lo que es tuyo por derecho. Si no puedes dormir, comienza a hacer ejercicio, te cansará y probablemente te dormirás en poco tiempo —sugirió Pink.

—O, puedo follarte y te dormirás muy rápido después de unos cuantos orgasmos, ¿qué dices? —intervino Amarillo con una broma en su voz.

—Cierra esa maldita boca tuya. Pequeño conejito no debería ser corrompido. Usa tus malditos dedos en tu maldita olla —gritó Pink.

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